domingo, 12 de diciembre de 2021

Las puertas del Tiempo

 



En un auténtico rapto de espíritu navideño, intento encontrar lo positivo de cualquier cosa, hasta del espeluznante avance de la ultraderecha. Y no, no encuentro nada positivo, pero sí, al menos, gracioso. Lo es, por ejemplo, oír a gente joven hablando como si fueran nuestros abuelos: por ejemplo, de la patria y la defensa de los símbolos nacionales (da igual que sean los españoles que los catalanes o los guarromanenses), la tópica pero contradictoria demonización de la política, los políticos y lo político; la identificación entre el feminismo y una guerra de sexos de la que no se tiene noticia… Es casi enternecedor ver cómo se involucran en la política como si fuera el fútbol, en términos de filias y fobias, de derrota del adversario, identificación con el equipo y todas esas cosas que no requieren haber leído un libro en la vida sino sólo saberse las alineaciones y, desde luego, es de traca ver a las chicas exaltando la maternidad y la lactancia materna y sustituyendo al anhelado príncipe azul, no por un amante y compañero sino por un caballero medieval de armadura y pendón.

Comprendo que –siempre hablando de los chavales jóvenes, porque los adultos no tienen excusa- es una reacción bastante lógica, básicamente, a la globalización, que les sume en el vértigo de no encontrar su identidad a una edad en la que ésta lo significa todo. Les perdono que utilicen palabras cuyo contenido desconocen por completo, como igualdad y, sobre todo, libertad; pero, además, les agradezco que estos neorrancios hayan recuperado palabras que estaban ya en el olvido, como rojos y, sobre todo, progres: ¿no es maravilloso que a una la llamen progre cuando anda ya por la tercera dosis de la vacuna? Cuando menos, resulta rejuvenecedor.

Estoy volviendo a ver la divertida serie española “El Ministerio del Tiempo” y no puedo dejar de pensar lo útil que sería poder pagar a los jóvenes unas vacaciones en la época del Cid o de Franco, como lo hubiera sido para mí visitar la China de Mao cuando, de adolescente, entré en la Joven Guardia Roja. Lo malo es que de mis errores adolescentes me salvó la lectura y ahora esa receta resulta imposible en quienes no son capaces de leer más de 140 caracteres. Aunque, en último término, está la sensibilidad, o eso que ahora llaman buenismo para mofarse de la bondad, y ésa creo que es la verdadera receta para superar esa etapa de irracionalidad alentada por quienes utilizan las frustraciones ajenas para ganar adeptos a una única causa, la del dinero (el propio), dirigen a sus huestes contra las migajas que reciben los más débiles en lugar de contra las fabulosas cantidades de dinero público que se embolsan los más poderosos y ondean banderas nacionales cuando su única patria es un paraíso fiscal. Habría que educar a los jóvenes en la cultura y la inteligencia emocional por igual pero, si fracasamos en lo primero, confío en que no lo hagamos en lo segundo.




domingo, 28 de noviembre de 2021

La solución definitiva

 


Europa se estremece ante una nueva ola de Covid. Los casos están subiendo, sobre todo en los países con menos vacunados. En España están subiendo mucho menos, siendo precisamente el que más vacunados tiene. A esto se le suele llamar “dos más dos igual a cuatro”. Leonoticias ofrece hoy algunos datos sobre los casos en León, donde aún quedan 164.000 personas que no se han querido poner ninguna dosis. En los últimos dos meses, cuando la epidemia parecía controlada, se han contagiado 1.475 personas, de las que 103 tuvieron que ser hospitalizadas, 19 de ellas acabaron en Cuidados Intensivos y 8 de éstas fallecieron. Pues bien, prácticamente en todos los casos se trataba de personas no vacunadas (las vacunadas han sido un 0,7 por ciento).

Los datos parecen claros, pero no sirven para convencer a las víctimas del fanatismo o de cualquier otra conducta irracional. Siempre dirán que son datos falsos, ofrecidos por los esbirros de Mañueco, Sánchez o Satán. Incluso la evidencia es insuficiente para este tipo de personas, de modo que no creo que los llamamientos, argumentos o campañas públicas sean suficientes –me temo- para convencerles de que se vacunen y permitan a la sociedad en su conjunto librarse del virus.

En mi opinión, el dinero de estas campañas debiera utilizarse para seguirles la corriente o, como diría Ayuso, respetar su libertad: no quieren vacunarse, que no se vacunen; están en contra de las vacunas, financiémosles su traslado a algún país en el que éstas prácticamente no existan. Yo propongo la República Democrática del Congo, Haití, Tanzania, Chad o Sudán del Sur. En estos países los vacunados con al menos una dosis no llegan ni al 1 por ciento. Tampoco les iría mal Yemen, Benin, Camerún, Papúa Nueva Guinea, Madagascar o Burkina Faso, donde no llegan al 2 por ciento. Y si ninguno de estos países les convence, siempre les quedarán la República Centroafricana, Guinea Bissau, Etiopía, Nigeria, Uganda o Costa de Marfil, donde siguen teniendo unas posibilidades mínimas de que alguien se les acerque con una jeringuilla. Y hay más: hasta 51 países con menos del 10 por ciento de la población vacunada.

Los supervivientes siempre podrán darnos una visión mucho más documentada que la que ahora tienen, no sólo sobre la pandemia, sino sobre asuntos de aún mayor trascendencia, como la terrible brecha entre países ricos y pobres o entre personas razonables e imbéciles.




domingo, 22 de agosto de 2021

Superheroínas


¡Mírenlas bien! En adelante, en el examen para ser superhéroe habrá sólo una pregunta: ¿es usted tan valiente como estas mujeres? Creo que muchos van a tener que darse de baja de la lista de Marvel y demás. Ellas, con los talibanes, armados hasta los dientes, ocupando el Gobierno de Afganistán, se han quitado el velo y dado la cara en la calle, a plena luz del día, para protestar. Ellas que, para los nuevos (y viejos) gobernantes, son sólo carne de esclavitud

Pero para el examen de malo de la película habrá que poner otro ejemplo: ¿sería usted capaz de hacer lo que este hombre, Jimmy Carter, el rey del cacahuete, ese tipo que parece tan simpático, hizo el 3 de julio de 1979, cuando firmó la autorización a la CIA para que armara a los muyahidines afganos y que éstos echaran a los rusos del país? Muyahidin significa "los que luchan por su fe", pero entonces y siempre los afganos, incluidos los más devotos musulmanes, los conocían como "los criminales", así como a los talibanes como a "los burros", por su extrema ignorancia.


Entre Carter y Reagan gastaron más de 40.000 millones de dólares en comprar a esa gente todo tipo de armamento, además de entrenar y enviar como refuerzo a 35.000 más, entre ellos un tal Osama Bin Laden. Buena parte del dinero era para recompensas: 250 dólares por matar a un soldado o un maestro, 750 por matar a un clérigo musulmán no extremista (sí, tomen nota quienes creen que musulmán es igual a extremista), 2.500 por matar a una mujer que no llevara burka... Para cobrar, había que llevar, al menos, una oreja del asesinado. 

Pero el dinero no era la principal motivación. Recuerdo como si fuera ahora la lectura de un reportaje de la época escrito por un periodista que había conseguido pasar unos días junto a esos bárbaros y a la pregunta de por qué deseaban tanto tomar Kabul, todos respondían que para poder violar a las mujeres. Esas mujeres, tan modernas como cualquier mujer occidental, que estudiaban y ejercían todo tipo de profesiones, eran el principal reclamo.


Con todo, les costó veinticinco años conseguir su espantoso objetivo. Y no, la invasión norteamericana de Afganistán no fue una guerra de liberación sino un mero e inútil intento de frenar la bestia que ellos mismos habían creado cuando ésta se les volvió en contra. No hubo ni hay piedad para los afganos y, sobre todo, puesto que son las principales víctimas, para las afganas.

Escribo esto desde el horror y la impotencia. Que se esclavice a las mujeres desde niñas, que se las someta a todo tipo de crueles castigos, que se las sentencie a una vida de brutalidad y miseria desde que nacen es horrible; que se haga a escala de todo un país es impensable, pero que se haga en 2021 es, además, una espantosa burla, un anacronismo estremecedor. 

martes, 13 de julio de 2021

El pecado de la carne

 

Todo es cuestión de prioridades. La derecha española se comporta como los adolescentes: prioriza la hostelería sobre la salud. Yo, quizá por mi edad, entiendo que la salud es lo más importante y que lo importante debe primar sobre lo urgente, que, en este caso, es el beneficio económico. Lo mismo sucede con el tema de la carne.

Ante todo, he de decir que no soy vegetariana. Reconozco que más de nueve mil años de historia desde que el homo sapiens inventó la agricultura y la ganadería y cambió todo su sistema social y mental me pesan de forma contundente y también yo aprecio muchísimo un chuletón al punto. Pero un político no puede gobernar en función de sus gustos, sino del bien común y resulta incuestionable que España es el país europeo con mayor consumo de carne: 275 gramos al día, cuando las recomendaciones de los organismos científicos y sanitarios indican un máximo de 300 gramos a la semana (los niños estudian la pirámide alimentaria en Primaria, no es nada que se haya inventado el ministro de Consumo). De hecho, incluso para la Iglesia Católica –evidentemente acientífica- ya era obvio que el consumo de carne era excesivo y perjudicial para la salud –sobre todo de quienes podían permitírselo, a saber, reyes y nobles-  cuando decretó no consumirla 92 días al año (los viernes y la Cuaresma).

Resulta incuestionable que la ganadería es responsable de la emisión del 14,5% de los gases de efecto invernadero, tanto como todos los coches, camiones, trenes, barcos y aviones juntos; que daña nuestra salud (la OMS clasifica la carne procesada como “carcinógena” y la carne roja como “probablemente carcinógena”); que monopoliza la superficie agrícola, merma la biodiversidad por el uso de fertilizantes y plaguicidas sintéticos en la producción de piensos, que envenena el agua con los desechos y monopoliza su uso (para producir un kilo de filete de ternera hacen falta 15.000 litros de agua)…

Pero sí, como carne y desearía seguir comiéndola. No tengo nada en contra de la ganadería ni el consumo de carne en cantidades saludables. Sí tengo todo en contra de las actuales prácticas en la ganadería industrial, como el uso masivo de antibióticos, que ha provocado tal resistencia a los medicamentos que hoy mueren casi tantas personas por infecciones como antes de que se inventara la penicilina. Y, desde luego, tengo todo en contra del trato que se da a los animales. No es una cuestión de “buenismo” ni sensiblería: no creo que los animales tengan alma, como tampoco creo que la tengan los seres humanos. Pero la propia ciencia demuestra que, al menos todos los mamíferos, compartimos innumerables sensaciones y sentimientos, mientras que la industria ganadera quiebra hasta la emoción más básica que compartimos, la del vínculo madre-hijo.

En sus inicios, las religiones sirvieron para justificar que el ser humano se convirtiera en el eje del Universo y estuviera por encima de todos los demás seres, pero aún incluían cierta relación o pacto entre humanos, plantas domésticas y animales de granja. Pero, como señala el antropólogo Yuval Noah Harari, si “durante la revolución agrícola la humanidad silenció a animales y a plantas y convirtió la gran ópera animista en un diálogo entre los hombres y los dioses, durante la revolución científica la humanidad silenció también a los dioses. El mundo pasó a ser un espectáculo individual”. Citaré otro párrafo aún más explicativo para quienes aún no hayan leído Homo Deus: “La agricultura industrial sacraliza las necesidades, los caprichos y los deseos humanos al tiempo que deja de lado todo lo demás; no tiene ningún interés en los animales, que no comparten la sacralidad de la naturaleza humana, y tampoco tiene ningún uso para los dioses, porque la ciencia y la tecnología modernas confieren a los humanos poderes que exceden con mucho los de los antiguos dioses. La ciencia permite que las empresas modernas sometan a vacas, cerdos y gallinas a condiciones más extremas que las que prevalecieron en las sociedades agrícolas tradicionales”.

Y sí, creo que estamos demasiado lejos del Neolítico, pero no de la revolución industrial que, en términos de la evolución, tuvo lugar antesdeayer. Creo que podemos volver a establecer una economía que incluya la ganadería sin torturar a los animales. Y creo que ese propósito debe estar en la parte alta de las prioridades políticas –por importante, pero también por urgente-, por encima del beneficio económico de cualquier sector.




jueves, 27 de mayo de 2021

"Cine para caminar", las sonrilágrimas de Aguirre y Carralero

 

He tardado un poco en leer el nuevo libro de Eduardo Aguirre, “Cine para caminar”. Primero, porque me costó abrirlo, tan agradable es el tacto y el olor del buen papel de esta joya de la Colección "Los Cuadernos de Plata" editado por "La Armonía de las Letras". Segundo, por el viejo hábito de empezar por ver los “santos”, una auténtica exposición de cuadros de Rafael Carralero Carabias, que hay que contemplar con el detenimiento y deleite de un recorrido por una galería de arte; son obras, ora abstractas, ora más figurativas, que no sólo captan la esencia de cada película sino de la propia visión que el escritor da de ellas, y nos asaltan con tal fuerza que convierten las páginas en pantallas que nos absorben de forma casi hipnótica. En tercer lugar, porque seguí el consejo que el escritor expresa en el capítulo sobre El tesoro de Sierra Madre: “Lector, si no has visto la película, corre a verla y luego vuelves”. Yo sí había visto esa película, no así tres o cuatro de la excelente selección que ha hecho Aguirre, así que, según llegaba a ellas, iba a verlas antes de volver al libro. Gracias, Eduardo, también por eso, por animarme a llenar unos vacíos escandalosos en mi cultura cinematográfica y que han añadido a la lectura varias horas de placer. Por último, porque, finalizado el libro, no he podido evitar la tentación de releerlo y esta vez, perdido ya el respeto a esta edición de puro lujo, obra de Gregorio Fernández Castañón, subrayando (en lápiz, eso sí) y dibujando llamadas y asteriscos por todas partes.



Como Eduardo Aguirre señala en su libro, hay quien dice del cine de Woody Allen –quien, también para mí, es “uno más de mi familia”- que es repetitivo, cuando, en realidad, esa repetición no es sino estilo y voz propia. “Los mismos temas… más el fardo del paso del tiempo. Ese matiz marca una abismal diferencia”, señala. Pues bien, algo parecido le pasa al propio autor de “Cine para caminar”. Eduardo Aguirre tiene un estilo propio -eso tan difícil de conseguir y que señala al verdadero escritor o artista- y tiene sus temas favoritos, que encontramos en la mayor parte de su obra, pero con matices cruciales: el amor, el humor, la bondad. “Cine para caminar” sigue la línea de un libro anterior, “Préstame tus zapatos. Doce películas para caminar juntos”, pero también está íntimamente relacionado con “Blues de Cervantes” y “Cervantes, enigma del humor”, dos auténticas delicias sobre el humor en El Quijote y en el propio Cervantes que son  dos libros de erudición, literatura y filosofía que se leen con la misma facilidad y alegría que sus columnas de opinión.



De hecho, Aguirre encuentra el humor cervantino en muchas de las películas sobre las que trata: en La vida es bella, en Los viajes de Sullivan, en Bienvenido Mister Marshall, en Tiempos modernos o en Broadway Danny Rose. Es ese humor que “nos hace reír sin domesticar nuestra compasión hacia el sufrimiento”, combinando humor, amor y dolor, el gran “logro que Cervantes aportó al mundo”.



Por lo demás, no quiero destripar el libro más de lo que lo estoy haciendo, pero sí dejar claras dos cosas. Una, que es un libro, como los anteriores de Eduardo Aguirre, absolutamente honesto. Como dice de Boyhood y muchas de las películas seleccionadas, “nos fascina porque es verdad, un concepto que abarca mucho más que realismo”. Y, en segundo lugar, que es –por utilizar una tópica expresión periodística- de rabiosa actualidad. Lo es porque lo son las películas elegidas y lo es la interpretación que Eduardo Aguirre les da. Lo es porque lo son los problemas planteados y también las soluciones propuestas; problemas como “las consecuencias del capitalismo salvaje, la perversión de los valores democráticos y el entontecimiento de las audiencias a través de un ocio degradante”, como muestra Network; la maquinaria trituradora, la tristeza y el hambre de Tiempos modernos o “una sociedad desquiciada cuya salvación sólo puede estar fuera del sistema” y “un mundo infectado de insolidaridad” que queda reflejada en El rey pescador. Pero en ésas y las demás películas seleccionadas por Eduardo Aguirre está también, en efecto, la solución, y no seré yo quien la desvele, porque hay que leerla en “Cine para caminar”. Sólo diré, como Charlot, “¡sonríe!”, o, como Eduardo Aguirre: “¿qué tal una sonrilágrima?”-

 




domingo, 9 de mayo de 2021

¡Aleluya!

 


Es sólo un paso, pero en la dirección correcta. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, apoya la suspensión de patentes de las vacunas contra la COVID-19 y eso supone un corte radical, no sólo con la gestión de Trump, sino con toda la gestión política anterior en ese país, inventor de la religión neoliberal, cuyo único dios es el dinero y en el que la propiedad privada y el beneficio económico son sagrados, en tanto la justicia social y los derechos humanos carecen de valor. Ya unos días antes, en su primer discurso ante el Congreso, anunció que subirá los impuestos a los ricos, que es tanto como si Papa dice que Alá es grande y Mahoma, su profeta, no porque sea ilógico (nada hay más justo y necesario que quienes se benefician de una crisis ganando cantidades escandalosas de dinero, contribuyan en igual medida a paliar sus efectos), sino porque no hay mayor anatema en la religión neoliberal, en la que el Paraíso es sólo para unos pocos y se llama Paraíso Fiscal. El nuevo anuncio sobre la suspensión de patentes deja claro que, en contra de lo que yo temía, no le había dado un pasajero ataque de política social al nuevo presidente de Estados Unidos, sino que, realmente, parece dispuesto a convertir a su país, no sólo en un líder económico, sino en un referente ético.

Su lógica es incuestionable. La suspensión de patentes es, en primer lugar, una cuestión de justicia: devolver, al menos parte, de lo que se recibe. Tal como ha publicado The Guardian, Astra Zeneca invirtió menos del 3% de los 120 millones de euros que se emplearon en la investigación de su vacuna: el resto fue dinero público. BioNTech ha recibido 375 millones de euros del Gobierno alemán y un préstamo de cien millones del Banco Europeo de Inversiones para su programa con Pfizer. Moderna ha recibido alrededor de 2.500 millones de dólares del Gobierno norteamericano. Por cierto que los proyectos españoles han recibido también, por parte del Gobierno, cerca de cuarenta millones de euros.

A cambio de todo ese dinero público, estas empresas están ganando cantidades extraordinarias de dinero por la venta de las vacunas, que también se compran con dinero público (se espera que los beneficios se acerquen a los 15.000 millones de dólares a finales de año en el caso de Pfizer, algo más en el caso de Moderna), a parte de las ganancias en Bolsa.

En segundo lugar, es una cuestión de lógica: una pandemia no puede combatirse sólo en una parte del mundo, sino globalmente. En tercer lugar, es una cuestión económica, pues sólo combatiendo la pandemia puede recuperarse la economía mundial. Y, por último, es una cuestión política, porque no podemos permitir que sean las multinacionales –permitiéndoles el monopolio para producir, suministrar y fijar precios- las que tengan la llave de la salud pública.

Como Ramiro titula esta preciosa foto, esperemos que, en efecto, por pequeña que sea esta flor, sea una esperanza; la esperanza de que estamos haciendo algo para frenar la peor de las pandemias, la que tiene por síntomas el racismo, la xenofobia, el odio, la rabia ciega y el narcisismo suicida de los que llenan el mundo de fronteras físicas y mentales.



sábado, 24 de abril de 2021

Un giro de doscientos mil años



Ya había leído la novela de David Howarth, “Nosotros morimos solos”, y hoy han emitido en un canal de televisión la película, “El duodécimo hombre”, del director noruego Harald Zwart. Es la historia real de un miembro de la resistencia noruega, Jan Baalsrud, durante la ocupación nazi de ese país, único superviviente de un grupo de doce, y las impresionantes peripecias de su huida a Suecia, donde llegó casi ciego y congelado, habiéndose tenido que amputar él mismo nueve dedos y tras penalidades sin cuento pero, sobre todo, con la ayuda de cuantos campesinos fue encontrando que, arriesgando sus vidas, consiguieron lo imposible. El propio Balsrud declaró que no se consideraba un héroe, “los héroes son quienes me ayudaron”.

Inevitablemente, me recuerda a tantos españoles que ayudaron a otros compatriotas, a menudo sin preguntarles a qué bando pertenecían, durante la Guerra Civil –en mi familia ha habido ejemplos-. Nadie ha conseguido nunca nada sin ayuda. Nadie.

Muchos conocen la teoría de la antropóloga estadounidense Margaret Mead sobre el primer signo de civilización en la Humanidad (Errejón la mencionó en una intervención parlamentaria). No fue el fuego ni la rueda ni las pinturas rupestres ni el barro o la piedra de moler: fue un fémur que alguien se fracturó y que podemos apreciar que sanó. Mead explicó que “en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres, pues no puedes procurarte comida o agua ni huir del peligro. Ningún animal con una extremidad inferior rota sobrevive lo suficiente para que el hueso suelde. De modo que un fémur quebrado y que se curó evidencia que alguien se quedó con quien se lo rompió, lo vendó e inmovilizó la fractura…. Es decir, que lo cuidó”.

Si bien la cooperación permitió la supervivencia de la especie, la compasión fue el primer signo de civilización. Ayudar, eso nos hace humanos. No, no es “buenismo”, es un hecho.

La campaña de la ultraderecha, que tantas personas secundan con sus votos o con sus comentarios, contra los inmigrantes y, especialmente, contra los inmigrantes menores de edad que están solos, obedece a la misma crueldad con la que, a lo largo de la Historia, se han justificado los mayores horrores y atenta directa y profundamente contra la democracia, pero además, atenta contra la propia Humanidad, contra la civilización humana. Sí, esta gente no sólo es cruel y fascista; es incivilizada. Si la dictadura franquista fue una vuelta a la Edad Media, Vox nos retrotrae a la Prehistoria.


lunes, 8 de marzo de 2021

En e principio fue el verbo...

 




En el principio fue el verbo y el verbo era la mujer. De ella brotaba la vida y la palabra.

Pero en algún momento los dioses temieron su poder y se alzaron contra la Triple Diosa del agua, la luna y la tierra. Y no hubo piedad con las vencidas, convertidas en esclavas durante milenios. No fue una guerra, fue un desalojo. De diosas pasaron a ser botín. Las mujeres perdieron su voz y sus pies y así, con la boca amordazada y los pies rotos, trabajaron sin descanso; pero, de vez en cuando, los pájaros conseguían salir de su pecho y alzarse en extraordinario vuelo. Agnodice desafió la pena de muerte ayudando a otras mujeres como ginecóloga hace casi dos mil quinientos años; Ende consiguió colarse en el scriptorium de los monjes y ser reconocida como la mejor pintora hace más de mil años… Y la historia fue llenándose de nombres -Juana Inés, Rosa, Marie, Kate, Vandana, Rigoberta…  - que recordaban a sus hijas que toda creencia es una invención, que no hay razón para dejarse morir como no la hay para matar; no hay razón para sentirse inferior, como no la hay para ejercer la superioridad, y no hay razón por la que una mujer no pueda y deba ser libre.

No fue una guerra y no lo es, porque el bando perdedor nunca tomó las armas, pero sí opuso y opone resistencia; una resistencia que no es fácil, porque muchas perdieron y pierden la vida en ella y porque las armas son cambiantes y cada vez más extrañas: ya no se les pide a las mujeres que se limiten a obedecer las órdenes del padre, satisfacer los deseos  de su marido y criar a sus hijos. También deben ser y estar hermosas, pero no tanto que tienten a los hombres; deben ser activas, pero no tanto que su cuerpo parezca masculino; deben ser sensibles, pero fuertes; tienen que sexis, pero elegantes; deben ser inteligentes, pero no tanto que le arrebaten a un hombre su puesto; deben ser puntuales en el trabajo, pero han de llegar depiladas, peinadas y bien arregladas; deben traer dinero a casa, pero sin olvidar que su primera obligación es la casa misma. La esclavitud era no poder ser nada y ahora es tener que ser todo.

Son muchas, incontables generaciones de mujeres sojuzgadas. En buena parte del mundo, el hecho de nacer con dos cromosomas X supone un trato aberrante: la ablación del clítoris, la deformidad física, la ausencia de todo derecho… Nada lo justifica. Es un error de la civilización, como lo es el concepto de progreso en tanto destrucción del planeta. El machismo es una perversión de la civilización, como lo es la esclavitud o la guerra.

Ayer escuché a una mujer que, sentada en un banco de la Plaza de San Marcos a las 10 de la noche, le decía a otra: “No entiendo el feminismo. Hay mujeres malas, pero que muy malas”. Sí, tantas como hombres malos. Me temo que las feministas aún no hemos conseguido hacernos entender por muchas mujeres que, como ésa, no saben que es gracias al feminismo que pueden estar en la calle, de noche, con una amiga, expresando sus opiniones. Es un absurdo como quienes ejercen el derecho democrático de manifestación para manifestarse contra la democracia. A muchos he oído que hoy, en España, ser mujer es un privilegio a causa de la discriminación positiva, que es como decir que los pobres son privilegiados por contar con ayudas sociales. También dentro del feminismo hay opiniones diversas, como el actual debate sobre la transexualidad y la definición del género; pero esos debates no deben dividirnos ni oscurecer la labor pedagógica de explicar lo obvio. Es como si los ecologistas se centraran en debatir la necesidad de ser vegetariano para defender el futuro del planeta, mientras coches y fábricas lo destruyen a toda velocidad. La masculinidad y la feminidad son conceptos sociales y cambiantes; la cuestión no es dónde poner a los hombres que se sienten mujeres y viceversa. Yo sé que soy una mujer y eso me basta. Y lo verdaderamente importante no es que me clasifiquen como tal sino que me respeten como tal.

Sigamos explicando el feminismo. Hay que seguir hablando, porque nuestra es la palabra.






domingo, 7 de marzo de 2021

Ende, "illuminatio illuminante"

 

Eran tiempos oscuros. Nació en el Reino de León y su vida estuvo marcada por una guerra civil que dejó a los cristianos inermes ante la soldadesca y ante los rivales vecinos del Califato de Córdoba –sobre todo un tal Almanzor, emir que, de vez en cuando, sembraba el pánico en las ciudades- y los no vecinos, como los lejanos pero cada vez más cercanos vikingos. Así que todos vivían con miedo, sobre todo las mujeres. Ella era una mujer, es decir, uno de esos seres sin alma, creados por Dios después de haber creado al hombre y a él supeditada, causante de los males de la Humanidad por haberle tentado. Así que también temía a los hombres.

Sin embargo, el mundo estaba lleno de belleza: la naturaleza, los colores, la luz… Y su cabeza estaba siempre llena de imágenes que, como pájaros enjaulados, ansiaban salir volando. Algunas de esas imágenes eran terribles -dragones y gigantescas serpientes con múltiples cabezas…- y otras eran hermosos ángeles de coloridos ropajes, gráciles garzas, flores y estrellas…

No tardó en darse cuenta de que sólo había un lugar en el que sentirse a salvo y poder pintar sus fantasías: el cenobio. Así que ingresó en el Monasterio de Tábara, con su alta y lapídea torre, que una gran comunidad dúplice, de monjas y monjes, había hecho famoso por sus libros. No fue fácil que la aceptaran en el scriptorium, donde sólo trabajaban hombres, pero, a la postre, el maestro Magius se rindió a su genio y la aceptó como miniaturista junto a su discípulo Emeterio, cuyo talento superó de tal modo que, cuando ambos terminaron de iluminar el Beato con el Apocalipsis de San Juan, hecho pacientemente por el escriba Senior, permitió, no sólo que fuese firmado, sino que su firma, la de Ende, figurara antes que la de Emeterio. “Ende pintrix et dei aiutrix frater Emeterius et presbiter”: Ende, pintora y ayudante de Dios, y Emeterio, hermano y sacerdote.

“Pintora y ayudante de Dios”. Nunca se había oído de una mujer que fuera pintora y esas palabras acompañaron a Ende el resto de su vida, desde ese 6 de julio del año 975 en el que el Abad Dominicus dio por terminado el Beato, con sus 284 folios que ella decoró al estilo mozárabe, mostrando las visiones del apóstol en una lucha constante con el demonio que terminaba en la victoria de la paz y la armonía que ella tanto ansiaba.

Pero ya tenía en su mente nuevas imágenes que plasmar en el pergamino. Y así, mientras otras monjas hacían la masa para los pasteles, ella mezclaba dos partes de azufre y una de mercurio en una redoma que después cerraba con barro y, tras calentarlo, se convertía en el rojo bermellón; o mezclaba el cobre con vinagre para conseguir ese color cardenillo que tanto le gustaba.

No terminó el siguiente trabajo. Mientras Ende espolvoreaba el oro en los bellos trazos curvados u oblícuos de las letras visigóticas, Almazor llegó a Zamora para destruir sus arrabales y arrasó Simancas; apoyó a Bermudo contra el rey Ramiro III y cuando Bermudo se hizo con el trono, arrasó León y apoyó a sus condes rivales. Las ciudades se empobrecían, cientos de hombres eran acuchillados cada verano y otras tantas mujeres, convertidas en esclavas. Quizá fue en la aceifa del año 984 o quizá en la del 986, cuando Ende sufrió alguno de esos terribles destinos. O quizá no: quizá murió tranquilamente en su celda. Pero, sin duda, sus últimas visiones estuvieron pobladas de brillantes colores y alguno de los muchos ángeles que pintó le susurró “gracias por haber iluminado estos tiempos oscuros”, antes de llevársela en sus brazos.



miércoles, 3 de marzo de 2021

El rostro de Dios o un dios con mucho rostro

 




La iniciativa del artista Juan Vallejo contra la sustitución de las puertas de la fachada principal de la Catedral de Burgos por otras encargadas al artista Antonio López lleva ya más de 62.000 firmas recogidas, además del rechazo del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios. Sin duda, hay decisiones que los gobernantes deben tomar aunque no sean populares, pero no cuando se trata de un patrimonio común, de hecho, de la Humanidad. "La aceptación por parte de los habitantes de la ciudad es importante para la inserción de obras novedosas", señala la arquitecta Guillermina López, quien cita, por ejemplo, la importancia del consenso social obtenido entre los parisinos a la hora de construir el vanguardista Centro Pompidou, en contraste máximo con la Torre Eiffel, o la pirámide de cristal del Louvre. Cuando Rafael Moneo presentó su proyecto para el teatro romano de Sagunto se creó un gran debate, hasta que consiguió un consenso general en torno a la intervención; cuando Arata Isozaki diseñó el acceso y el vestíbulo del Centro de Arte Contemporáneo Caixa Fórum, utilizando un lenguaje contemporáneo en total contraste con el edificio, hubo también un consenso general previo.

Las puertas de Antonio López no gozaron de una exposición previa ni consulta de ningún tipo y, claramente, no suscitan la simpatía de los ciudadanos que, en pocas semanas, han firmado masivamente contra el proyecto. No es de extrañar. Por una parte, no son una aportación actual que represente la contemporaneidad, pues el hiperrealismo es un movimiento artístico muy limitado que surgió en los años 60 del siglo pasado, de modo que si se quiere hacer una aportación actual tendría más sentido una obra conceptual, posmoderna o electrónica. 

En segundo lugar, un añadido a un monumento puede ofrecer un contraste visual o formal con él, pero debe respetar su espíritu, componiendo un todo, y un rostro gigantesco no tiene nada que ver con el espíritu el arte gótico, que se sustenta en la espiritualidad y la emoción, en tanto el hiperrealismo es, quizá, la antítesis de ambas. Y, por último, es una obra francamente fea -y perdón por usar una palabra tan subjetiva y vulgar-; y es que, si el Cabildo de Zaragoza rechazó la escultura que Antonio López hizo de la Virgen con el argumento de que "podría ser Nuestra Señora o la Señora de cualquier otro", el cabezón que López propone aquí podría ser el de Dios o el de cualquier otro... él mismo, sin ir más lejos

Pero, al margen de consideraciones artísticas (pseudoartísticas, en realidad, pues no soy ninguna especialista), está la consideración ética de si es legítimo gastar más de un millón de euros en una obra innecesaria en un momento tan crítico para el país. ¿No sería mejor función de la Iglesia, la Administración y los particulares reunir esos fondos para obras sociales?




domingo, 14 de febrero de 2021

Dios, el Jefe y el pueblo



Poco tiempo después de que José Luis Estrada y yo llegáramos a trabajar a Diario 16 Burgos irrumpió en la redacción el artista Juan Vallejo para alertarnos del desastroso estado en el que se encontraba la Catedral. Él mismo nos guió para mostrarnos, ora los elementos a punto de desmoronarse, ora los restaurados de la forma más irregular y absurda. José Luis no sólo dio voz a Juan Vallejo, en un memorable artículo titulado “El cáncer de la Catedral es el Cabildo”, sino que el periodista César Javier Palacios y yo misma escribimos cientos de páginas alertando sobre el estado de la Catedral, Patrimonio de la Humanidad desde 1984, y la urgencia de que se abordara su restauración bajo la dirección de Patrimonio y no, como hasta entonces, al exclusivo arbitrio del chapucero arquitecto de la diócesis. (http://diario16deburgos.blogspot.com/p/inicio.html)

Mientras tanto, el Diario de Burgos, cuyo propietario era y es el constructor corrupto Miguel Méndez Pozo (conocido en Burgos como "el Jefe", dueño –antes de su paso por la cárcel, durante y después- de la propia ciudad, que construyó y manipuló a su antojo con la complicidad del entonces alcalde del PP, José María Peña, y un grupo de políticos y funcionarios) publicaba: “La Catedral de Burgos goza de excelente salud” y nos acusaba, en sus editoriales, de desafección a Burgos y su Catedral por ser leoneses.

Pero Juan Vallejo fue más allá. Con una de sus obras, representando las puertas de la Catedral, se plantó en la UNESCO y no se movió de allí hasta que consiguió una entrevista con su entonces director general, Federico Mayor Zaragoza, de quien obtuvo una alerta al Gobierno de España, la Junta de Castilla y León y el propio Cabildo advirtiendo de que, si no se abordaba con urgencia la restauración del monumento se le retiraría la consideración de Patrimonio de la Humanidad. También Diario 16 Burgos fue más allá, promoviendo la declaración de Patrimonio de la Humanidad para la propia ciudad, de modo que su riquísimo patrimonio pudiera estar en buenas manos.  Mientras tanto, se produjeron varios desprendimientos de piedras, pero Diario de Burgos, portavoz de las fuerzas vivas, siguió negando que la Catedral necesitara otras manos que las del propio Cabildo, con la consabida política de la Iglesia de “vosotros ponéis el dinero y nosotros hacemos y deshacemos”.


Y entonces llegó agosto de 1994 y San Lorenzo decidió suicidarse. Era, justamente, el día de San Lorenzo, y la estatua de este santo se cayó desde una de las torres en medio de la plaza, justo cuando una pareja de recién casados y sus invitados estaban a punto de salir del templo. Por entonces, Méndez Pozo había recibido su sentencia de cárcel (y Peña y otros muchos, su inhabilitación) y habían fallado sus intentos  de recurso al Constitucional y de movilización para el indulto. Así que la estrategia cambió y, chequera en mano, decidió convertirse en el adalid de la restauración de la Catedral, promoviendo una Fundación que se arrogaría el mérito de la restauración que ya se había decidido, no precisamente gracias a sus esfuerzos. (http://burgos-dijital.blogspot.com/2014/09/en-que-manos-esta-la-ciudad-de-burgos.html)

Esa misma Fundación es la que ahora quiere conmemorar el octingentésimo aniversario de la Catedral cambiando sus puertas originales –recién restauradas- por otras que ha encargado al pintor Antonio López por la minucia de un millón doscientos mil euros que, probablemente, ya haya cobrado, pues es conocida la costumbre de este pintor de cobrar sus millonarias tarifas antes siquiera de comenzar sus obras. La obra, además, le reportará una gratificación extra a su ego, puesto que el boceto muestra, en la puerta principal, su propio rostro transfigurado en Jesucristo y, en las puertas adyacentes, el retrato de su mujer –que sería la personificación de María- y de su hijo –Jesús-. Y el Arzobispado ha aprobado este proyecto sin ni siquiera haber informado a la Unesco ni al Consejo Internacional de Monumentos y Sitios. (https://youtu.be/yXhPfg1Sitg)

Una vez más, es el artista Juan Vallejo quien ha puesto el grito en el cielo y la tierra para evitar este nuevo atentado al patrimonio común y pido a cuantos lean esto, firmen y difundan su petición en: https://www.change.org/p/no-al-cambio-de-las-puertas-de-la-catedral-de-burgos?use_react=false


lunes, 4 de enero de 2021

Piensa mal... para no pensar

 


“Piensa mal y acertarás”. Lo he oído muchísimas veces, desde que era pequeña, casi tantas como el reproche de ser demasiado confiada.  Y sí, nada es bueno en demasía, pero nunca me he arrepentido de la confianza que he puesto en las personas, incluidas las que demostraron no merecerla. Arrepentirme de eso sería como arrepentirme de no haber mentido o robado… porque la desconfianza es, en mi opinión, no sólo una odiosa cualidad, sino el origen de la mayor parte de nuestros males. Relaciono mucho ese dicho con el de “de tan bueno, es tonto” y, ahora que la ciencia ha demostrado que la bondad es la máxima expresión de la inteligencia, deberían también de ocuparse de desmentir que la desconfianza tenga nada que ver con la astucia, sino que es más bien síntoma de una personalidad obtusa y acomplejada.

Nada tiene que ver la desconfianza con la duda, absolutamente necesaria, empezando por la duda sobre uno mismo, sobre las propias convicciones. La desconfianza es previa, en tanto la duda se produce sobre hechos ciertos, y es conformista, porque no requiere ningún esfuerzo, en tanto la duda requiere información y reflexión. De la duda surge la creatividad y ésta es siempre incómoda y prevalece sobre la represión y la propaganda. La duda está en ese espacio intermedio entre el bien y el mal en el que se puede debatir de forma constructiva y analizar críticamente la sociedad.

A nivel personal, la desconfianza nos hace a todos la vida menos agradable: hace que la gente te mire mal sólo porque no le guste tu aspecto, que te niegue su ayuda porque tema que intentes engañarle, que te trate con reticencia sin motivo alguno… en definitiva, crea una sociedad nada acogedora, cuando no hostil. Pero a nivel general, la desconfianza pública es, no sólo peligrosa, sino dirigida. Como dice el sabio John Ralston Saul en su “Diccionario del que duda”: “Para quienes se aferran al poder sin modestia, el desprecio por la población brinda una sensación de superioridad, así como un grupo a quien culpar por sus propios fracasos. No podemos culpar al público por responder con emociones similares. Es esto alentado por los falsos populistas, los corporativistas y otros enemigos de la democracia, porque la destrucción de la confianza pública es el primer paso hacia la destrucción de un sistema político”.

No, no podemos culpar a los españoles de la desconfianza pública cuando los mayores de cuarenta han visto sus sueños y su lucha personal por la democracia traicionada por políticos que inventaron “la cultura del pelotazo” y se retiraron por puertas giratorias, y los menores de cuarenta han crecido con políticos corruptos tan hasta la médula que han convertido la corrupción en anécdota y sumido a generaciones en un cinismo tal que ya ni se escandalizan de que el rey que estudian en los libros de texto como “el rey que trajo la democracia” sea un ladrón, además de putero y mentiroso. Y el cinismo es también un fenómeno alentado por las élites neoconservadoras para justificar un sistema político que conlleva el sufrimiento de la gran mayoría de la población mundial.


Viene esta digresión a cuento de la vacuna del Covid. Constantemente me llegan memes poniendo en duda su eficacia o incidiendo en los obvios intereses políticos y económicos que hay tras ella, como si lo uno tuviera algo que ver con lo otro. Lo curioso es que los autores de tales críticas son los mismos que también critican que se hayan comprado pocas vacunas, crítica que también se está haciendo en otros países europeos, y esto me parece aún más lamentable cuando los países ricos han acaparado ya más del 50 por ciento de las vacunas disponibles, siendo sólo el 14 por ciento de la población mundial. Por supuesto que a los gobiernos les interesa vacunar lo antes posible a la población –no veo ninguna objeción posible a ello, ojalá todos los votos se ganaran de la misma manera, procurando la salud de la ciudadanía- y no es nada nuevo la inmoralidad de las multinacionales farmacéuticas (sólo hay que pensar que se haya tardado sólo unos meses en encontrar una vacuna para la Covid pero no la haya para el virus del Ébola y, mientras tanto, en África estén aumentando de forma alarmante los casos de difteria, cólera, polio y sarampión), pero no he leído la única crítica que yo encuentro en este proceso –y por eso me he decidido a escribirla- y es el absurdo de acaparar vacunas sólo para los países ricos, cuando se trata de una pandemia a escala mundial que, entre otras cosas, nos ha enseñado que el mundo es un todo y la solidaridad es la condición necesaria para la propia salvación. Si no hemos aprendido esto, tampoco habremos aprendido nada sobre la crisis climática, y si el Covid puede acabar con la mitad de la población, la crisis climática acabará con todo.