sábado, 24 de abril de 2021

Un giro de doscientos mil años



Ya había leído la novela de David Howarth, “Nosotros morimos solos”, y hoy han emitido en un canal de televisión la película, “El duodécimo hombre”, del director noruego Harald Zwart. Es la historia real de un miembro de la resistencia noruega, Jan Baalsrud, durante la ocupación nazi de ese país, único superviviente de un grupo de doce, y las impresionantes peripecias de su huida a Suecia, donde llegó casi ciego y congelado, habiéndose tenido que amputar él mismo nueve dedos y tras penalidades sin cuento pero, sobre todo, con la ayuda de cuantos campesinos fue encontrando que, arriesgando sus vidas, consiguieron lo imposible. El propio Balsrud declaró que no se consideraba un héroe, “los héroes son quienes me ayudaron”.

Inevitablemente, me recuerda a tantos españoles que ayudaron a otros compatriotas, a menudo sin preguntarles a qué bando pertenecían, durante la Guerra Civil –en mi familia ha habido ejemplos-. Nadie ha conseguido nunca nada sin ayuda. Nadie.

Muchos conocen la teoría de la antropóloga estadounidense Margaret Mead sobre el primer signo de civilización en la Humanidad (Errejón la mencionó en una intervención parlamentaria). No fue el fuego ni la rueda ni las pinturas rupestres ni el barro o la piedra de moler: fue un fémur que alguien se fracturó y que podemos apreciar que sanó. Mead explicó que “en el reino animal, si te rompes una pierna, mueres, pues no puedes procurarte comida o agua ni huir del peligro. Ningún animal con una extremidad inferior rota sobrevive lo suficiente para que el hueso suelde. De modo que un fémur quebrado y que se curó evidencia que alguien se quedó con quien se lo rompió, lo vendó e inmovilizó la fractura…. Es decir, que lo cuidó”.

Si bien la cooperación permitió la supervivencia de la especie, la compasión fue el primer signo de civilización. Ayudar, eso nos hace humanos. No, no es “buenismo”, es un hecho.

La campaña de la ultraderecha, que tantas personas secundan con sus votos o con sus comentarios, contra los inmigrantes y, especialmente, contra los inmigrantes menores de edad que están solos, obedece a la misma crueldad con la que, a lo largo de la Historia, se han justificado los mayores horrores y atenta directa y profundamente contra la democracia, pero además, atenta contra la propia Humanidad, contra la civilización humana. Sí, esta gente no sólo es cruel y fascista; es incivilizada. Si la dictadura franquista fue una vuelta a la Edad Media, Vox nos retrotrae a la Prehistoria.


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