Ya había leído la novela de David Howarth, “Nosotros morimos
solos”, y hoy han emitido en un canal de televisión la película, “El duodécimo
hombre”, del director noruego Harald Zwart. Es la historia real de un miembro
de la resistencia noruega, Jan Baalsrud, durante la ocupación nazi de ese país,
único superviviente de un grupo de doce, y las impresionantes peripecias de su
huida a Suecia, donde llegó casi ciego y congelado, habiéndose tenido que
amputar él mismo nueve dedos y tras penalidades sin cuento pero, sobre todo,
con la ayuda de cuantos campesinos fue encontrando que, arriesgando sus vidas,
consiguieron lo imposible. El propio Balsrud declaró que no se consideraba un
héroe, “los héroes son quienes me ayudaron”.
Inevitablemente, me recuerda a tantos españoles que ayudaron
a otros compatriotas, a menudo sin preguntarles a qué bando pertenecían,
durante la Guerra Civil –en mi familia ha habido ejemplos-. Nadie ha conseguido
nunca nada sin ayuda. Nadie.
Muchos conocen la teoría de la antropóloga estadounidense
Margaret Mead sobre el primer signo de civilización en la Humanidad (Errejón la
mencionó en una intervención parlamentaria). No fue el fuego ni la rueda ni las
pinturas rupestres ni el barro o la piedra de moler: fue un fémur que alguien
se fracturó y que podemos apreciar que sanó. Mead explicó que “en el reino
animal, si te rompes una pierna, mueres, pues no puedes procurarte comida o
agua ni huir del peligro. Ningún animal con una extremidad inferior rota
sobrevive lo suficiente para que el hueso suelde. De modo que un fémur quebrado
y que se curó evidencia que alguien se quedó con quien se lo rompió, lo vendó e
inmovilizó la fractura…. Es decir, que lo cuidó”.
Si bien la cooperación permitió la supervivencia de la
especie, la compasión fue el primer signo de civilización. Ayudar, eso nos hace
humanos. No, no es “buenismo”, es un hecho.
La campaña de la ultraderecha, que tantas personas secundan
con sus votos o con sus comentarios, contra los inmigrantes y, especialmente,
contra los inmigrantes menores de edad que están solos, obedece a la misma crueldad
con la que, a lo largo de la Historia, se han justificado los mayores horrores
y atenta directa y profundamente contra la democracia, pero además, atenta
contra la propia Humanidad, contra la civilización humana. Sí, esta gente no
sólo es cruel y fascista; es incivilizada. Si la dictadura franquista fue una
vuelta a la Edad Media, Vox nos retrotrae a la Prehistoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario