viernes, 23 de febrero de 2018

Asaz tristérrima



Me está costando mucho digerir la noticia. La muerte de Forges es, realmente, algo personal para mi generación, pues sus viñetas nos han acompañado desde la adolescencia. Si El Roto es un humorista-filósofo, Forges ha sido un humorista-literato: no sólo inventaba palabras que han llegado al Diccionario de la Real Academia (bocata, muslamen), sino todo un lenguaje en extraña y cómica mezcla de castellano antiguo y neologismos castellanizados o deformados. Me recuerdo perfectamente, con catorce o quince años, hablando con mis amigos "al estilo Forges" (Javi y Roca eran virtuosos). Literato porque, además de un estilo y lenguaje propios, creó multitud de personajes con vocación de eternos. Sus ocurrencias e historias no han dejado de hacernos reír o sonreír durante toda una vida y, a menudo, de conmovernos. Pero, para colmo, a lo largo de sus innumerables viñetas y de sus palabras, ha demostrado siempre ser un hombre tan inteligente como decente. Lo único que puede consolarme de su muerte es que su legado es tan vasto que va a ser imposible recordar que ya no está.




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