martes, 30 de mayo de 2023

Blue Monday

 

No se trata de que haya salido triunfador un partido que es el único que ha sido condenado por corrupción en su totalidad, como partido; no se trata de que haya de que haya triunfado un partido, Vox, neofascista y ultra; no se trata de que se vote mayoritariamente a una mujer que ha pasado de asesorar a un perro a ser asesorada por un tipo como Miguel Ángel Rodríguez, a pesar de su política durante la pandemia condenando a los ancianos a morir sin atención hospitalaria o dando negocios a su hermano y un largo etcétera… Todo eso es demasiado obvio. Es que también se ha votado mayoritariamente a la alcaldesa de Marbella, investigada por haber acumulado un patrimonio de más de quince millones de euros y un hijastro acusado de narcotráfico; o al alcalde de Orense, después de que se hicieran públicas unas grabaciones en las que alardea de cómo gestiona el dinero negro…

No es un fenómeno español, si bien aquí es legendaria la permisividad con la corrupción. El Instituto V-Dem de Suecia publicó un estudio detallado y exhaustivo sobre la salud de las democracias en las calificaba algunas de ellas como “autocracias electorales”; a saber, El Salvador, Turquía, Hungría o La India. Sobre este último país (1.400 millones de personas), la magnífica escritora y analista Arundathi Roy, alertaba hace poco del desmantelamiento sistemático de la democracia en su país y ya en 2009 se preguntaba “¿Hay vida después de la democracia? ¿Qué clase de vida será? ¿Qué pasa cuando ha quedado hueca y vaciada de significado? ¿Qué ocurre ahora que la democracia y el libre mercado se han fusionado en un único organismo depredador con una imaginación estrecha y limitada que gira casi exclusivamente en torno a la idea de maximizar el beneficio? ¿Es posible invertir este proceso? ¿Puede algo que ha mutado regresar a lo que solía ser?"

No tengo respuesta, claro, pero la metástasis es evidente cuando no sólo se abandona la lucha por la justicia social sino que ésta se ridiculiza; cuando la palabra libertad sólo se aplica a los fondos buitre, las compañías de seguros, las grandes empresas de alimentación o logística, en lugar de a las mujeres o los homosexuales; cuando el criminal es el que planta árboles y no el que los tala o cuando se recupera un lenguaje de Guerra Fría para utilizar la palabra “comunista” como insulto y dirigida a tímidos socialdemócratas que no hablan de nacionalizar la banca o colectivizar la tierra sino de subir el salario mínimo o limitar los precios de la energía. Hay metástasis y peligrosa cuando se clama por las ocupaciones de pisos olvidando que la burbuja inmobiliaria creada por la Ley del Suelo del PP dejó en el país más de un millón de viviendas acabadas y vacías y más de medio millón de familias desahuciadas en la calle; problema que el PP “solucionó” concediendo 74.000 millones de euros a los bancos, desmontando el Ministerio de Vivienda que Zapatero había creado para intentar poner contrapesos a la furibunda burbuja y reduciendo la inversión en vivienda pública de 1.500 millones a 450.

Dice la RAE en una de las acepciones de corrupción que es el “deterioro de valores, usos y costumbres”. Ciertamente, debe haber un deterioro masivo y profundo de los valores democráticos cuando la democracia se devora a sí misma.

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