Restaurantes, vino, ropa, joyas, hoteles de lujo, juergas nocturnas y más y más
restaurantes… En eso se gastaban los “cajeros” con tarjeta black el dinero de
los grandes, medianos, pequeños y pequeñísimos ahorradores. Los delegados de
banca de Comisiones Obreras, liberados del sindicato y con sueldos medios de
sus entidades de 45.000 euros, recibían sobresueldos que se gastaban en
exactamente lo mismo: comilonas en marisquerías, asadores… hasta tres comidas
por semana y dirigente en restaurantes que superan los cincuenta euros por
comensal.
Obviamente, lo escandaloso de esta noticia es el fraude que
suponen estas personas, cuyo cometido es defender los derechos de los
trabajadores en un sector que perdió más de 30.000 empleos mientras ellos se
reunían a mesa puesta, y el hecho de que tales sobresueldos (3,7 millones entre
2008 y 2012) se debieran a donaciones de los propios bancos, empezando por las
Cajas de Ahorro que, cuando no han desaparecido, lo han hecho a costa del
dinero de todos, incluidos los que nunca han sido sus clientes, incluidos los
que no lo tienen… ah, y de donaciones de la patronal.
Pero lo que me llama poderosamente la atención es que Blesa
y el sindicalista Benito Gutiérrez, por poner dos ejemplos, tengan los mismos
gustos y que, en ningún caso, ese dinero ilegítimamente gastado lo fuera en
libros, visitas a museos, viajes culturales… por no hablar de algún acto
filantrópico. Sus gastos no sólo reflejan su catadura moral, sino la ignorancia
y zafiedad que la acompañan y que iguala a políticos corruptos, banqueros,
empresarios y sindicalistas.
No se trata sólo de la náusea que causa su vulgaridad, sino
de la inquietud que provoca su ignorancia. Serán (los que lo sean)
especialistas en lo que sea, pero son profundamente incultos. No es de extrañar
que se afanen tanto en elaborar jergas incomprensibles para dar la impresión de
que su trabajo es extraordinariamente complejo, como no son de extrañar los
resultados. Grandes empresas ensalzadas como triunfadoras modélicas cuyos directivos
eran encumbrados por su preparación e inteligencia, han protagonizado quiebras
de cientos de miles de millones. Recordemos la primera, la de Lehman Brothers,
que fue de 639.000 millones de euros, más del doble que toda la deuda de
Grecia; y recordemos además que el día anterior a su hundimiento, ese banco de
inversión había recibido la calificación, por parte de las todopoderosas
agencias de Rating (los inquisidores del neoliberalismo) de triple A, es decir,
seguridad absoluta, como ya había ocurrido con Enrom, los bancos islandeses o
Madoff. Y es que los dueños del mundo (Goldman Sachs, Warren Buffet, Hearst…) son
meros tragones que saben más de angulas y nécoras que de economía.
¿Que Rato, presidiendo el Fondo Monetario Internacional, no
se enteró de la brutal crisis financiera que estaba a punto de estallar? ¿Qué el
banco frente al que le pusieron, hecho con el dinero de todos, pues procedía de
la fusión de las cajas, fue un desastre que sólo sirvió para que una pandilla
de tramposos se hicieran aún más ricos? ¿Qué para salir a Bolsa ha tenido
también que falsear los verdaderos datos? ¡Cómo extrañarse!
Sostengo que el mundo está gobernado por una panda de
ignorantes. Y no me refiero a los políticos… que también. Éstos, al fin, no son
sino el reflejo de los otros y, de hecho, sus corruptelas son también la sombra
de la intrínseca corrupción de quienes han creado el presente modelo económico;
de los grandes economistas que ni previeron la crisis ni han sabido aportar
soluciones; de los altísimos directivos con un montón de másters que no saben
más que jugar con el dinero ajeno; de los grandes empresarios que sólo saben
ganar dinero a costa de rescates públicos o esclavizando a sus trabajadores
(cuando no, directamente, utilizando mano de obra esclava en La India o China…
¡qué gran talento hay que tener para eso!). ¿Qué clase de dirigentes económicos
tenemos y cómo esperamos que sean los dirigentes políticos si se pasan el día
haciendo la digestión y la noche de putas?
Lo peor es que los medios de comunicación sigan
encumbrándoles. Constantemente veo artículos sobre “las mujeres más ricas”, “los
multimillonarios más jóvenes”, etcétera; historias de multimillonarios que se
exhiben como modelos sociales; y lo son, al menos para los políticos, que
emulan su forma de vivir a golpe de tarjeta (sí, dinero virtual) con la que
pagan restaurantes, alquileres, el servicio doméstico, el colegio de los niños,
las vacaciones y, en el caso de uno de los dirigentes de CC.OO., hasta las
multas de tráfico. ¿Cuántos grandes empresarios saben lo que cuesta un billete
de metro o la cesta de la compra? Ellos han creado un sistema económico que ignora la economía real, un sistema por el que uno se puede convertir en millonario especulando, sin ver ni un billete... ni el rostro de quienes morirán de hambre por su causa. Si su éxito sigue siendo el paradigma social, ¿cómo no van a perder los
políticos el contacto con la realidad y con los ciudadanos que les votan?
La realidad es que desanima que respecto a las tarjetas no haya habido ninguna persona "de izquierdas" que lo hubiera denunciado y puesto el grito en el cielo. Pero como tú dices todos iguales y con los mismos gastos altaneros y de ricos chorras peladas. No sé si se podrá cambiar algo pero así no podemos seguir: no devuelven el dinero público, violentan a la infancia en países empobrecidos y son un referente de la riqueza para la población y se les mira casi con envidia... Un desastre.
ResponderEliminarTienes razón. Las consecuencias de todo esto temo que van más allá de la decepción y hartazgo causado en España, sino que la corrupción (a otra escala y menos generalizada) y el proceso por el que la democracia se ha ido pervirtiendo es general y ha hecho, entre otras cosas, que los países democráticos occidentales hayamos dejado de ser un referente ético o un modelo político y social para el resto del mundo. Ya no hay modelos, sólo una desbandada, un sálvese quién pueda, un río revuelto en el que la ganancia será (ya está siendo) de los pescadores más crueles. Perdona que me ponga un poco apocalíptica, pero más o menos así lo veo yo.
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