Hay otra forma de hacer política. Lo supimos. Lo intentamos. En las pasadas Elecciones Municipales, José Luis Estrada, que llevaba años vaticinando, primero el estallido de la burbuja de la construcción, después la financiera y, finalmente, la de la democracia a manos del neoliberalismo, creyó imperioso dar el paso, salir a la plaza a proponer soluciones para reinventar una democracia real. Me animó a entrar en una candidatura tras Miguel Hidalgo, un político que entendía todo eso y que había ya demostrado una gran capacidad de trabajo y de liderazgo honesto. Tras las siglas de Civiqus (que en su momento elegimos porque aunaban el civismo que reivindicábamos, la consideración de ciudadanos frente a la de clientes o meros votantes, y un cierto aire romano, pues el partido se formó en Villaquilambre, en plena campaña municipal reivindicando la Villa Romana, como símbolo de la cultura menospreciada y hurtada a la población) nos presentamos en León con un lema, "¡Abran paso!" con el que queríamos "jubilar" a los poderes fácticos de siempre, encabezados por Isabel Carrasco y Paco Fernández, y abrir la puerta a una alternativa ciudadana de gobierno, con gente de la calle, como la que integraba nuestra candidatura: una periodista en paro, una joven con un contrato basura, un médico de la Seguridad Social, una laboral de la Administración... José Luis lo definió como el partido de las víctimas de la crisis y contra la corrupción. Era una definición no ideológica, pero sí con un ideario que se plasmó en un programa, una estrategia y una filosofía.
La filosofía se plasmó en un manifiesto, "¡A la plaza! Panfleto para jóvenes sin futuro y adultos mal aparcados por la crisis", que inútilmente intentamos que leyeran, debatieran y asumieron los indignados que acampaban en Botines y que, en ese momento, preferían el camino de la abstención. Entusiasmados con el movimiento 15-M, al que quisimos dar forma antes de que éste existiera o, al menos, se diera a conocer públicamente, nos sentimos como una audaz barca que se adentra en el sucio y tenebroso mar de la política con el mapa del tesoro como bandera y, en lugar de servir de guía, es arrollada por la marea de "los nuestros".
Creo que nos pasaron por encima porque no nos vieron, puede que porque los medios de comunicación de León nos volvieron la espalda con desdeñosa actitud de menosprecio. Hoy pienso que tampoco nos vieron porque íbamos demasiado por delante. Tres años han hecho falta para que ese fértil e ilusionante movimiento haya decidido intentar cambiar las cosas, no sólo (que también) asaltando calles y plazas, sino asaltando las instituciones, jubilando a los políticos corruptos y a los honestos pero cobardes, porque los dos caminos son uno y necesarios para tomar las riendas del mundo que habitamos y reinventar el futuro. Ahora, sí, podemos.
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