Hace algo más de un año, un amigo, ex jefe y político cabal y honesto, Miguel Hidalgo, me pidió que diseñara la campaña electoral de Civiqus, tal como había hecho cuatro años antes. José Luis y yo vimos en esa campaña la posibilidad de dar rienda suelta a una necesidad, cada vez más imperiosa, de alzar la voz, de denunciar la corrupción del sistema y proponer medidas para afrontar la crisis económica y defender la democracia real. Ambos estábamos en el paro, viviendo en primera persona y a fondo la crítica situación de cada vez más familias, con mucho que decir pero muy desconectados de los ámbitos (político, universitario, asociativo, periodístico, laboral...) desde los que podríamos hacernos oír. Por eso la campaña electoral era una ocasión que había que aprovechar. Me convenció para dar un paso más y entrar a formar parte de la candidatura de León, mientras él se ponía al frente de una campaña que, sinceramente, creo pionera y modélica en cuanto a las formas y, sobre todo, el fondo. Los medios de comunicación nos dieron totalmente la espalda, pero estoy segura de que algún día, desde el programa electoral de Civiqus León e iniciativas como el contrato con León firmado por los candidatos o la declaración de intereses y propiedades pública, hasta el cartel, los billetes, lemas y anuncios, serán valorados como un ejemplo a seguir, tanto por políticos y medios como por publicistas y diseñadores.
Todo estaba en lo que José Luis llamaba su "Cuaderno de guerrillas". En él escribió una madrugada lo que pretendía ser un discurso; me lo leyó mientras yo aún me desperezaba en la cama e inmediatamente comprendí que era mucho más: un manifiesto ("Panfleto para jóvenes sin futuro y adultos mal aparcados por la crisis", lo llamó) y un llamamiento a la movilización -"¡A la plaza!"- como defensa del ágora democrática.
A los pocos días empezamos a ver los primeros carteles, en blanco y negro, llamando a manifestarse el 15 de mayo. José Luis comprendió que ésa era otra forma, la mejor, de poner el grito en la calle, y que había que apoyarla por todos los medios. Le convencí entonces para editar su manifiesto y, junto con los compañeros de Civiqus y hasta con las niñas, lo repartimos por las calles.
El 15-M ambos estábamos en la manifestación, recuperando el entusiasmo con el que nos echamos al ruedo en la época de la transición a la democracia; nos habíamos hecho mayores manteniendo las manos limpias y la fe en las grandes palabras (democracia, justicia, libertad, conciencia...), pero ahora éramos otra vez jóvenes e ilusionados.
En los días siguientes, José Luis pasó muchas horas en la acampada de Botines, con su libro en la mano, mientras escribía la segunda entrega: "Panfleto para banqueros sin bonus, becarios sin sueldo y catedráticos ociosos", en el que proponía ocupar los campus universitarios y recuperar la esencia de las universidades, hoy pervertida por la especialización y el mundo de los negocios. Sorprendentemente, la aportación de José Luis fue rechazada por buena parte de los acampados, que confundieron el apoyo altruista y sincero con un intento de manipulación política. Se trataba -creo yo- del efecto de la desconfianza y el miedo que prenden en los colectivos (como en las personas) inseguros aún de si mismos, y con el descrédito, merecido pero interesadamente fomentado por los poderosos, de la política.
Pero José Luis no se dio por vencido y, lector incansable desde hace muchos años de diarios y de ensayos económicos y políticos, siguió documentándose cada vez más apasionadamente hasta escribir la tercera parte de "¡A la plaza!", ésta ya en forma de libro más amplio, subtitulado "Crisis: viaje al corazón de la bestia que ocultan los Mercados". Sin medios ya para publicarlo (por supuesto, los medios de comunicación también había ignorado descaradamente los escritos de José Luis), lo divulgó a través de la web (www.alaplaza.es).
La víspera de otro 15-M vio el libro impreso. Estaba entonces agonizando en la cama de un hospital. "Ahora ya no podrán con nosotros", musitó. Aunque nunca fuimos "tú y yo", sino "nosotros", dos personas en una misma piel, obra el uno del otro, supe y sé que se refería a un "nosotros" mucho más amplio, del que últimamente hablaba con pasión y desazón. Los (nos) llamaba "los prescindibles": todas las personas de las que el sistema puede prescindir para ganar esta guerra de ricos contra pobres sin provocar una revolución violenta que les ponga a ellos en peligro. Desde que, dos meses antes, descubriera que estaba gravemente enfermo, había cambiado el "cuaderno de guerrillas" por "el maletín de los sueños", lleno de cuadernos en los que anotaba cómo podía él contribuir a la felicidad de los familiares y amigos a los que amaba, pero también a la mejora de la sociedad con la que siempre se sintió comprometido.
Fueron sus últimas palabras. Al día siguiente, 15 de Marzo, murió.
Mañana, 15-M otra vez, hará dos meses. Dejo, como aportación a esta doble conmemoración, sus palabras:
"Lo esencial es hacer virtud de la incertidumbre, reencontrar el espíritu socrático de la duda, aunque esto nos reporte, como a Sócrates, la condena social. La lucha debe escenificarse en la plaza, que no debe abandonarse ya jamás, pero ha de ser, ante todo, individual y una carrera de fondo, porque el camino será largo".
Ya dos meses desde que nos dejó. No ha pasado un solo día en el que no le sintamos o no nos acordemos de ÉL. Está presente en cada pensar, en cada sentir... Nos llevaba en "su maletín de los sueños", y nosotros a ÉL en el corazón. Sin ÉL, "nosotros", igual no existíamos.
ResponderEliminarLos "prescindibles" ahora viajamos en "su maletín de los sueños", pero deberíamos apearnos en cada plaza y, retomando su "cuaderno de guerrillas", gritar lo que ÉL musitó "Ahora ya no podrán con nosotros".
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