Por todas partes y desde todos los bandos se oye decir que, para solventar una crisis tan profunda como la actual, hacen falta cambios... cambios de Gobierno, se entiende. Y, en efecto, está habiendo cambios. En Alemania se pasa de la derecha a la ultraderecha, en Inglaterra se vira también hacia la derecha, en Francia Sarkozy intenta salvarse con el mismo giro ultraderechista, en Estados Unidos la ultraderecha cobra fuerza y empieza la caída en picado de Obama; Italia es el único país de nuestro entorno en el que ya gobierna la ultraderecha y, sin embargo, se prevé un cambio pero, no nos engañemos, ese cambio va a ser sólo de nombre: no caerá la ultraderecha sino Berlusconi, y no se lo cargará la izquierda sino la Iglesia.
Por supuesto, también en España se clama por un cambio que, quede claro, es siempre un cambio hacia la derecha. Y no es casualidad. En mi opinión, se trata de una maniobra orquestada y siempre que se quiere manipular a la gente a gran escala, es preciso echar mano de las personas más manipulables, es decir, las más ignorantes. A esas personas, a través, sobre todo, de medios de comunicación masiva, como la televisión e Internet, se les está inoculando el virus del fascismo por medio de constantes mensajes racistas, xenófobos y de trivialización de la política.

Nada se puede añadir que sea más cabal, Esther. Pero, ¿y qué hacemos? Estoy desorientado. ¿Como luchamos contra esos medios de comunicación que embrutecen? ¿Qué hacer cuando la mayoría de los más vistos, o leídos, están en poder de la derecha? Por otra parte, al personal ahora lo único que le interesa es tener trabajo, como sea y a costa de lo que sea, sin importarle perder el espíritu crítico, o la democracia. Definitivamente, ha llegado el nuevo tiempo del fascismo.
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