viernes, 2 de diciembre de 2022

El precio justo


Lo han hecho. Se han atrevido a hacerlo. El Parlamento ha aprobado los Presupuestos Generales y éstos han incluido un impuesto a los bancos. La cosa parece clara y razonable. Se les pide a los banqueros que devuelvan al Estado una pequeñísima parte de los beneficios extraordinarios que están ganando gracias a la crisis (la crisis ha disparado la inflación, ésta ha provocado la subida de tipos de interés y ahí es donde están esos ingresos extraordinarios caídos del Banco Central Europeo y el FMI). La cuestión no es de cuánto dinero se trate (migajas para los bancos) ni que ese dinero vaya a fortalecer al Estado y, por tanto, a la democracia (eso les resulta más grave); la cuestión probablemente es el hecho en si de que un Gobierno se atreva a tocar la caja de los bancos: es como atentar contra el sagrario de la Iglesia, es ir directamente contra el Todopoderoso, puro anatema que merece la hoguera. Y mucho me temo que la tendrán. Que les pregunten si no a los únicos políticos que se atrevieron a intentar hacer lo mismo: Yanis Varoufakis y Lula Da Silva.

De hecho, no ha pasado ni una semana y la política de declaraciones salvajes y bulos descomunales se ha multiplicado por mil. Acusan sin pestañear de hacer una ley a favor de los violadores a la primera ministra feminista que ha tenido este país; aparece en todas las intervenciones de la derecha y la ultraderecha (hasta en un debate sobre el transporte ferroviario) la palabra filoterroristas para dirigirse al Gobierno (el Gobierno, por cierto, del partido que terminó con el único grupo terrorista que ha habido en España, ETA); Ayuso (o, mejor dicho, Miguel Ángel Rodríguez, que es quien pone las palabras en su boca) se atreve a decir públicamente barbaridades como que el Gobierno va a prohibir las bromas y la música de los 80 y 90 (talmente como una chiflada que no se ha tomado su medicación, pero sin despeinarse) y las redes sociales arden con memes tan enloquecidos como "se destapa que Sánchez tiene varios trastornos mentales".

Aunque todos estos disparates puedan parecer el clímax, lo cierto es que no han hecho más que empezar. Ahora empezará a correr el dinero, porque a los bancos les sobra cuando es para una buena causa, sobre todo el negro. Es el tiempo de los enemigos internos. El precio del coraje del Gobierno haciendo lo único justo que se debe hacer durante una crisis (justo lo contrario que hizo el PP en la de 2008: coger el dinero de la gente y regalárselo a los bancos) lo pagaremos todos. Pero será un precio justo.



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