Aquí estás tú
abrazándome con manos de viento
y aquí estoy yo,
rodeada de ti como una isla.
Aquí estás,
cincuenta y siete años después de
sentir el primer frío
y el primer abrazo;
veintiocho después de nuestra
primera primavera,
mil cuarenta y un días, casi noventa
millones de segundos
desde que me diste tu alma y calentaste
mi cuerpo
por última vez.
Aquí estoy, alimentada de agua y
ceniza,
sola,
mirando tu rastro en el presente para
no ahogarme de pasado:
la sombra de las nubes en el agua
y el brillo deslumbrante de las olas...
Aquí estás, donde yo esté, y
dondequiera que estés,
estoy contigo.
Precioso poema, Esther, como siempre nacido del dolor y la nostalgia. Y eso es lo malo. Aunque también lo bueno.
ResponderEliminarUn beso
ESTEBAN