No, no la misma que ganó Eurovisión (¡ojalá!), ésta
se llama Marine y su impostura es más sibilina, pues pone las barbas del patriotismo al rostro de los instintos más egoístas y crueles del ser humano, que son los que alimentan el ultranacionalismo. Sus seguidores afirman que no son racistas, pero
"cada uno a su casa", algo que no pensaban cuando Francia invadió militarmente buena parte de Canadá y Estados Unidos, las islas de Las Antillas, Guadalupe, Martinica, Tahití, las Islas Marquesas, la Guayana Francesa, Argelia, Túnez, Marruecos, África Occidental, Mauritania, Senegal, Malí, Guinea, Camerún, Costa de Marfil, Níger, Burkina Faso, Benín, África Ecuatorial, Gabón, la República del Congo, la República Centroafricana, Chad, Yibuti, Madagascar, las Comoras, Laos, Camboya... y Nueva Caledonia, que aún es su colonia. Marine, la que tomó la palabra en un mitin de la pasada campaña electoral europea tras escuchar con su dulce sonrisa decir a su padre que
"el señor Ébola puede solucionar el problema de la inmigración en tres meses" y que no hace tanto llamó a los enfermos de sida
"sidaicos, una especie de leprosos que son un peligro para el equilibrio de la nación". Marine, tan rubia y maternal, la que
pone el rostro angelical a la barba salvaje de su padre.
Pero ese
engendro es también
Pia Kjaersgaard, la líder del Partido Popular Danés, la victoriosa ultraderecha en el país más feliz del mundo que, junto con el resto de los países escandinavos, ha sido la referencia para la izquierda europea; o los líderes de la ultraderecha austríaca (
Jörg Haider), holandesa (
Geert Wilders), británica (
Nigel Farage), griega (
Ilias Kasidiaris), húngara (
Fidesz)... Todos han tenido una subida espectacular en estas Elecciones y demostrado lo que
José Luis Estrada vaticinó en "¡A la Plaza!", que
"están sacando un enorme provecho del sistemático descrédito de la política, de los políticos y del Estado defensor del bien público que llevan a cabo las fuerzas corporativas del mercado".
No, no es espontáneo este aterrador proceso, como no es casual que sean
los trabajadores y los jóvenes, principales víctimas de la crisis, quienes lo hacen posible.
Se explota el miedo para preparar un régimen totalitario, como tantas veces se ha hecho a lo largo de la historia. Primero debilitaron la democracia con el veneno de la corrupción y de la ineficacia de las instituciones (especialmente, de las europeas) y ahora, sencillamente, preparan su asesinato.
"Se trata de trasladar el corporativismo empresarial al poder político" y la ultraderecha sólo está haciendo el trabajo sucio a los dirigentes del
Mercado, pues el corporativismo trabaja siempre de ese modo, desde dentro, como el parásito que devora al animal que ocupa, pero también ha sucedido en otras ocasiones que se les vayan de las manos, que dejen de ser controlables. Lo dejarán fácilmente si los demás partidos, de derecha y de izquierda, dejan de hacerles el juego intentando frenar su xenofobia con xenofobia, su racismo con racismo, su nacionalismo con nacionalismo... porque la democracia sólo se cura con más democracia.
Sí, el fantasma del fascismo vuelve a recorrer Europa.
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