Mis aventuras (políticas) juveniles empezaron tan pronto que nunca les he dado la menor importancia: tampoco tuvieron mucha, desde luego. No obstante, preparando el libro "Ven y Mira. Historia del Cine Club Universitario de León", tropecé con la tesis doctoral de David Martínez Pérez ("Construyendo la democracia. Tardofranquismo, transición política y la cuestión autonómica en la provincia de León. 1962-1984", Universidad de Valladolid) que, para mi deleite y sorpresa menciona una de esas aventuras que se habían casi perdido en mi memoria, la creación de la Asamblea Regionalista Leonesa (ARL). ¡Nos dedica todo un capítulo! Los datos aportados no son del todo exactos, pues la plantea como una escisión del GAL por parte de militantes de la Liga Comunista Revolucionaria y el único militante de ese partido de extrema izquierda que protagonizó la escisión no estuvo en la ARL. Pero sí recuerda que introdujimos en el regionalismo leonés una visión más progresista y menos folclórica que la entonces (y única) existente, que incluimos en nuestras reivindicaciones el feminismo o la supresión de las leyes contra la homosexualidad, que participamos intensamente en la oposición a la instalación de centrales nucleares y la creación de la Universidad de León. Entre nuestras reivindicaciones, la elección de una Asamblea Regional Constituyente de las Comarcas de León, el desarrollo de los dialectos comarcales, la fundación de un Instituto de Cultura Regional... y culpábamos del atraso leonés a "oligarcas y caciques".
Aunque, con mucha razón, el autor señala que tuvimos poco éxito (lo de poco es más bien piadoso), también recoge que "dos de los objetivos de la ARL, como fueron el propiciar movilizaciones populares favorables a la autonomía leonesa y la difusión de la conciencia regional fueron en parte conseguidos, puesto que participaron en la organización de las jornadas pro-autonomía leonesas que se desarrollaron en marzo de 1978. Consistieron en actuaciones musicales, recitales de poemas y finalizaron con la primera manifestación que pretendía conseguir la autonomía leonesa. Pese a tener una ideología elaborada, sus apoyos entre la población fueron muy escasos". Yo culpo en buena parte de esa falta de apoyos al hecho de que yo era menor de edad, lo que limitaba mucho mi capacidad de actuación. Quizá también lo eran mis dos inseparables compañeros, Javi y Roca (de los que nada sé desde hace muchísimos años, porque del uno sólo recuerdo el nombre y del otro, el apellido).
A parte del maravilloso recuerdo de mis amigos, hasta ahora sólo tenía de esos episodios destellos muy personales, casi todos ligados a esa manifestación. Para empezar, a Pedro Trapiello llamándome para participar en una grabación de TVE en el hostal de San Marcos en los minutos previos a la manifestación, junto a los otros convocantes y algunas personalidades como Miguel Cordero del Campillo; mi vergüenza de hablar ante una cámara cuando parecía una enana infiltrada, a mi madre poniéndose delante del televisor para que mi padre no me viera y se llevara el disgusto de saberme, tan cría, "metida en política" (la pobre llevaba ya cuatro años intentando evitarlo, porque antes de la ARL hubo más, pero eso es otra historia) y, lo mejor, la enorme sorpresa de salir del parador y ver la enormidad de gente que había acudido a manifestarse.
Pero si la lectura de la tesis despertó mis recuerdos, un reportaje de Fulgencio Fernández en La Nueva Crónica de León sobre las primeras manifestaciones leonesistas ha provocado un ataque de benevolencia hacia mi prematura actividad política, que hoy me atrevo a hacer pública porque, a la postre, fue la única experiencia leonesista que se ha planteado, no en términos de un nacionalismo de derechas (todos lo son, ¿no?) o de grupo de intereses en busca de una llave de gobierno y, según me dijo Lolo en la última conversación que tuve con él, ese enfoque progresista del leonesismo, despojado ya de la ingenuidad de la ARL, puede haber resurgido, cuando han pasado más de cuarenta años, en un nuevo grupo que está mostrándose muy activo, Alantre. Aunque las cuestiones autonómicas no están, desde hace tiempo, entre mis principales preocupaciones políticas, me alegro de ello.