viernes, 24 de noviembre de 2017

Black Water



Además de que "nuestras vidas son los ríos", como dijera Jorge Manrique, nosotros mismos somos agua. También la mayor parte de nuestro planeta es agua, pero apenas contamos con 9.000 kilómetros cúbicos de agua dulce al año para que toda la humanidad pueda beber, suficiente si no fuera porque la gran mayoría de este agua cae, en forma de lluvia, sólo en algunas zonas, dejando el resto del planeta muerto de sed... Y no es una expresión coloquial ni una figura literaria: según el último informe de Unicef, "Sed de futuro", más de cuatro mil niños mueren cada día por falta de acceso al agua potable. Y la cosa va a peor: el cambio climático, que todavía algunos irresponsables niegan, condenan a 600 millones de niños a vivir en zonas áridas dentro de treinta años. Estos millones de niños y muchos más millones de mujeres y hombres no han desafiado a los dioses (no han construido grandes fábricas ni acumulan coches en sus garajes), pero como Tántalo, están condenados a no poder comer cuando tienen hambre, en un mundo lleno de comida, y a no poder beber cuando tienen sed, en un mundo de agua.

Y, por seguir el hilo de la mitología, la culpa la tenemos quienes, como Narciso, enamorados de nosotros mismos, nos ahogamos intentando atrapar nuestro propio reflejo, ajenos a todo lo que no sea la pasión por el despilfarro, el juego, la frivolidad y la consciente y a menudo cínica ignorancia: "Y admira cuanto es en él admirable, y se desea y se busca y se quema, y trata inútilmente de besar y abrazar lo que mira, ignorando que es sólo un reflejo lo que excita sus ojos; sólo una imagen fugar, que existe únicamente porque él se detiene a mirarla", escribió Ovidio hace más de dos mil años, es decir, antes de que se inventara el Black Friday.

Ahora, en España empezamos a vislumbrar lo que puede llegar a ser vivir sin agua. Con apenas el 37 por ciento de las reservas de agua embalsada, los agricultores abandonando las tierras de regadío, el 75 por ciento del país al borde de la desertificación, los ciudadanos respirando basura y aturdidos por tener que usar menos el coche, la factura eléctrica por las nubes, más de ciento veinte municipios con restricciones de agua y bosques quemados por todas partes, ya somos el país más árido de Europa. Pero clamamos por que llueva como si todo fuera una cuestión puramente pasajera, un mal revés meteorológico pasado el cual volveremos al despilfarro y a considerar el asunto algo ajeno, infinitamente menos importante que los estúpidos nacionalismos o la política del día a día. ¿Pasado el cual, he dicho? No, ni siquiera. En plena sequía, hace poco más de una semana, se anunció la construcción de la playa artificial más grande de Europa en Guadalajara.

Y es ésta una muerte anunciada. Hace muchísimos años que los expertos (los que no cobran de ninguna multinacional) claman en el desierto -y nunca mejor dicho-, pero el cambio climático sigue siendo noticia sólo cuando no hay nada más llamativo que lleva a primera página.

Recuerdo la campaña municipal del 2007 en Villaquilambre. Acabábamos de crear el movimiento ciudadano Civiqus. A propuesta de José Luis Estrada, nuestro lema fue "La ciudad de agua", conscientes del lujo de vivir en una tierra de ribera. En lugar de merendolas de pulpo o chorizo, como hicieron los otros partidos, nosotros regalábamos a la gente agua y, coherentes con un programa electoral lleno de propuestas medioambientales, hicimos una campaña imaginativa y ecológica: utilizando bicicletas y tandems, una fiesta de la primavera, una marcha cívica a pie... Muchos nos criticaron entonces poner el foco en la necesidad de parar el cambio climático, de cambiar nosotros para cambiar el mundo... "Es un asunto con poco gancho" o "es un asunto que no es local", tuve que escuchar. ¿No es local aquello que nos afecta como individuos?

Como es tradición, terminaré con una rogativa. Bueno, dos: que toda la energía que se despliega desde hace meses en las calles para defender naciones imaginarias, se utilice para defender una nación sin campos de golf en cada esquina, y que en las naciones reales que se encuentras fuera de las zonas templadas del planeta caiga ese "mar de arriba, voz del cielo, violín negro" que es la lluvia, en versos de Borges.


1 comentario:

  1. A este paso el agua va a ser solo recuerdo y como mucho literatura, esa mezcla de recuerdo e invención.

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