Ilustración deChristoph Niemann para The New Yorker |
No nos equivoquemos. No hay ideología ni siquiera una idea
suelta detrás de la política de Trump o Putin. Putin es, sencillamente, el
representante de la mafia rusa, el que cuida de sus intereses desde el poder y
Trump el representante de la mafia de los plutócratas –Musk, Bezos, Zuckerberg…-.
Es normal que hoy hagan una política ultraliberal y al día siguiente ultra
proteccionista. Es normal que hablen de libertad y, al mismo tiempo, impongan
la censura. Es normal que expulse a los inmigrantes, pero ofrezca asilo a los
supremacistas blancos de Sudáfrica por “discriminación racial”. No hay en sus
cabezas ningún propósito preconcebido que no sea el de ganar más y más dinero y
hacérselo ganar a sus amigos. Igual que las familias de la mafia italiana se
sentaban a una mesa para repartirse barrios y ciudades, éstos se sientan para
repartirse el mundo, y utilizan las mismas tácticas de chantaje. Se vio
claramente en la entrevista de Trump y Zelenski: “Te voy a hacer una oferta que
no podrás rechazar: dame tus tierras raras, dale a mi socio las tierras que
quiere y mis sicarios quizá te protejan… o quizá no, pero es tu única opción”.
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Ilustración de Malet para el artículo "Casa Blanca, Casa Nostra" de John Carlin en La Vanguardía |
Por más que los disfrace como una forma de llenar las arcas públicas, los aranceles no son sino otra forma de extorsión para llenar bolsillos privados. Así, por ejemplo, el día antes de imponer los brutales aranceles a China, Trump le hizo otra oferta que no podría rechazar: permitir a Byte Dance vender una participación en su popular red social de vídeos TikTok. Puro negocio privado. Lo que pasa es que China sí rechazó la oferta porque tiene muchos más años de dictadura a sus espaldas y se mueve mejor en esas turbias aguas. Y aunque ha repartido aranceles a diestro y siniestro, Trump se ha cuidado muy bien de que las gigafactorías de Tesla (Musk) en distintos países queden blindadas. Y, en adelante, cuando los distintos líderes se presenten a sus pies para negociar, él impondrá condiciones que, en todo caso, tendrán que ver con negocios privados, no con intereses públicos.
No hay que dejarse llevar por el espectáculo: el queso en la cabeza de Musk, los paseos en oso de Putin, las locuras de Trump… Todo es escenografía detrás de la cual se ocultan los sórdidos garitos en los que se cuenta el dinero, en los que se convierte la sangre de ancianos, niños, mujeres, jóvenes de África, Palestina o Ucrania en yates, cohetes espaciales, palacios y cualquier mierda que pueda comprarse. No hay más que ver a Milei, haciéndose el loco con su motosierra. Dice que su política se la susurran sus perros, pero el perro que realmente le susurra qué hacer es Eduardo Elsztain, dueño del grupo empresarial IRSA, un oligopolio inmobiliario, agropecuario y minero.
Y todo viene del crack de 2008, la terrible crisis financiera que puso al descubierto las vergüenzas de la economía financiera. Supimos entonces que el capital ha quedado en manos no sólo de desaprensivos que no se juegan nada sino que, además, son ignorantes e incompetentes y pueden llevar a la quiebra cualquier gran empresa. La solución, por supuesto, estaba en dar un paso atrás y rescatar las regulaciones suprimidas en los últimos años. Pero no se hizo y se dejó a los MBAs que manejan los mercados y a los plutócratas para quienes trabajan margen suficiente para revolverse y clamar, no sólo contra la regularización del Mercado, sino a favor de la total y completa desregulación. Si algo se demuestra ser malo, insistamos con más fuerza. Todo sea por la pasta.
Y aquí estamos. Con la política en manos de quienes detestan la política, votados por ingenuos que también se desinteresan de la política piensan que los asuntos públicos los gestionan mejor los ricos que los sabios.