martes, 24 de mayo de 2011

Dar el paso

Cuando era pequeña estudiaba en un colegio de monjas en el que había niños, en el primer piso, y niñas en el segundo. La educación no era mixta, claro, así que niños y niñas no coincidíamos jamás, ni en los horarios de entrada y salida. Había una excepción. Durante el recreo nos hacían beber una botellita de leche. A mí me hacía vomitar, así que a menudo me negaba a beberla. Entonces me castigaban a quedarme en el patio durante el recreo de los niños, subida a una silla y con la botellita en la mano. Los niños que salían a jugar y me encontraban allí no tenían nada a favor o en contra de mí; como mucho, me conocían de vista del barrio, pero siempre había unos cuantos que se acercaban para fastidiarme: aprovechaban que no podía defenderme (ni con insultos, porque estaba demasiado avergonzada) para deshacerme el lazo, subirme la falda o tirarme chinitas. Su actitud era la misma de quien pisa una hormiga sólo porque, siendo tan pequeña, es fácil hacerlo. Es como si algún recóndito acto reflejo impeliera a algunas personas a disparar a alguien sólo porque está a tiro. Y, claro, esas personas son peligrosas. Tan peligrosas que, cuando estalla una guerra civil, como en España o Bosnia, son ellas las que, de pronto, se encuentran a la vecina a la que tantas veces pidieron la sal y la violan al grito de "asquerosa musulmana" o llevan al paredón a su hijo, al que de pequeño regalaron golosinas, por ser rojo.
Quizá fue esa experiencia de mi infancia la que me vacunó contra el exhibicionismo. Me siento incómoda a la vista de los demás y por eso, en su momento, elegí la radio en lugar de la televisión. Pero tampoco he rehuído dar un paso adelante cuando me parecía que merecía la pena para hacerme oír. Por eso acepté entrar en una candidatura electoral. Lo peor de la experiencia ha sido que me ha vuelto a pasar como en el cole. Subida en la silla, esta vez por voluntad propia, he descubierto a gente que, sin ningún motivo personal aparente y de forma totalmente inesperada, me ha tirado chinitas y, he de decir que dolorosas, porque me las han tirado para darle a otra persona y porque han venido de manos de colegas periodistas.
La más hiriente ha sido de un tal Paco Labarga, ex compañero en La Crónica de León, un periodista que a mí me caía bien y a quien jamás he pisado un callo. Hizo un comentario en Leonoticias en el que llama a José Luis Estrada "director fracasado en un partido de mierda". Lo cierto es que el fracaso es un concepto complejo y subjetivo; dirigir o trabajar en el periódico de Martínez Núñez (él también lo hizo o lo hace aún, no lo sé) es tremendamente frustrante y ser despedido es una putada económicamente hablando y una liberación, gracias a la cual pudo escribir "A la plaza", pero no un fracaso. Por cierto que Efe Castilla y León le hizo una entrevista tras la publicación de ese manifiesto, que ha sido divulgada en distintos medios de la región, sin que ninguno de los medios leoneses, excepto los digitales, hayan considerado de interés hacerse eco o entrevistarle.

Además del menosprecio, ha habido otros periodistas que han aprovechado que José Luis y yo asomáramos un poco la cabeza del agujero para dispararnos sin motivo aparente. Lo constato, no por una cuestión personal, que a nadie tiene por qué interesar, sino porque creo entender ahora mejor la vanidad que suele acompañar a los políticos, y su costumbre, que tan nefastas consecuencias tiene, de rodearse de fans. Supongo que pretenden compensar así a los enemigos sobrevenidos por sorpresa. ¡Mala cosa! En mi opinión, el que Zapatero haya sido blanco de las críticas más despiadadas que, probablemente, haya recibido político alguno, puede tener que ver con lo mal que suele elegir a sus ministros, con tan malas consecuencias para él y el país.
Sólo una reflexión personal: en lo que a mí respecta, ha sido una gran suerte perder las Elecciones, porque he podido ver, desde esa silla a la que me subí con cierto temor pero mucha ilusión, amigos que jamás me atreví a imaginar que me apreciaran tanto, además de hacer unos cuantos nuevos. Perdiendo, no hay riesgo de adulación, así que enemigos y amigos son más auténticos. Menos mal que sólo los segundos me importan.

sábado, 21 de mayo de 2011

Mi mitin de fin de campaña


Me llamo Esther Bajo. Soy periodista. Decir que soy periodista no dice mucho porque hay muchas clases de periodistas. Algunos me recuerdan por haberme volcado en informar sobre todo el proceso de desalojo de Riaño para Radio Nacional y Diario 16, o por haber contribuido a que el primer caso de corrupción urbanística, el caso de la construcción de Burgos, acabara con un alcalde que parecía eterno en la calle y con un gran constructor en la cárcel. 25 años haciendo periodismo y no he hecho ni un amigo entre los poderosos. En todo caso, quienes me conocen jamás me confundirían con una de esas periodistas que persiguen a los famosos para saber con quién se van a la cama, por ejemplo… Porque no todos los periodistas somos iguales.
Ahora estoy en la candidatura de Civiqus al Ayuntamiento de León porque también me interesa la política. Me interesa desde que, a los 14 años, uno antes de que muriera Franco, ingresé en un grupo de izquierda, por supuesto clandestino. Viví, así de joven, y muy activamente, un gran cambio, el de la dictadura hacia la democracia. Ahora vivo otro gran cambio, el de la globalización económica, que ha puesto la democracia en manos de los mercados, lo público en manos de lo privado y, en definitiva, ha corrompido el sistema. Quizá todo esto ha sido posible, precisamente, porque, acomodados en la sociedad del consumo, los ciudadanos habíamos dejado de interesarnos por la política.
Y es que antes dije que me interesa la política desde los 14 años. Pero no. Quizá empezó a interesarme antes, desde que tuve uso de razón y quise ser misionera, porque ya entonces me interesaban los demás, los otros.
Luego he pasado muchos años intentando estar en un partido o, al menos, en una ideología, siempre de izquierdas, pero con muchos matices (desde la izquierda radical a Izquierda Unida, pasando por el leonesismo) y, sin embargo, nunca me encontré del todo cómoda en ninguna. Me encuentro cómoda ahora, porque ahora estoy en la calle, en un partido sin verdadera sede; y tengo muchas ideas, pero no ideología, porque creo que el mundo ha cambiado y ya no hay ideologías. En lo personal y en lo político, hay caminos: el camino que conduce hacia los demás y el que conduce hacia uno mismo. Yo estoy en el primero; lo estoy con las dos manos, la izquierda y la derecha, porque no importa en qué lado esté cada mano: importa que las dos estén abiertas, dispuestas a trabajar y limpias.
El camino hacia uno mismo es el camino hacia la insolidaridad, hacia el ande yo caliente, hacia el despacho de la parte alta de los edificios corporativos, hacia la cuenta corriente a nombre propio. El camino hacia los demás es hacia lo público, hacia el pueblo, hacia las personas con su nombre y apellido, hacia los que necesitan que le echen las dos manos, hacia la política.
Es la política que hace un niño cuando pregunta el por qué de las cosas, la que hace un adolescente que lee o se interesa por el cambio climático, la del joven que participa en una revista universitaria o un club de cine o que entra en una red social a comentar la actualidad. Creo en la política como forma de mejorar una sociedad injusta y desigual, y por ello abomino de los políticos que defraudan la confianza de los ciudadanos, que confunden el servicio público con el ejercicio del poder y que utilizan el poder para anestesiar a sus votantes durante cuatro años y gastarse su dinero en obras que alimenten su ego, sean moscas o bicis herrumbrosas en homenaje al plan de movilidad.
Pero es que tampoco todos los políticos son iguales (no es igual, desde luego, Lula da Silva que Berlusconi) y para que no lo sean tiene que haber mecanismos con los que los ciudadanos les controlen. Civiqus propone algunos, como la declaración pública de bienes; el gobierno, no para ni por, sino con los ciudadanos, y la responsabilidad personal respecto a sus compromisos electorales, del mismo modo que, aunque los periodistas no sean todos iguales, tiene que haber mecanismos legales para la protección de la intimidad de las personas o para que seamos responsables de la veracidad de nuestras informaciones.
A mí mis padres me aconsejaban de joven: no te metas en política, y desobedecí, y estoy feliz de que los jóvenes, hoy, vuelvan a meterse en política.
 Por cierto, a ver si saben de quién son estas citas: "Usted haga como yo y no se meta en política" o "la única salvación de la patria es libertarla de los políticos"… Pues son de dos dictadores: la primera es de Franco y la segunda la pronunció Primo de Rivera cuando dio el golpe de Estado de 1923. Porque a quienes no les interesa que los ciudadanos se interesen por la política es a los dictadores, tomen la forma de generales, de mafiosos o de testaferros de los grandes banqueros.
Y ése es el peligro, amigos. Que donde no está lo público, está lo privado. Donde no están los políticos, están los banqueros. Donde no está el voto, están los de siempre. Hay que votar para que la indignación no se confunda con la desidia. Y hay que ir a la urna, como a la plaza, siendo uno mismo, no fichando.

Hay que decir sí a la política, porque es la defensa de lo público, y hay que decir no a los mercados, que sólo defienden los intereses privados. Hay que decir, y bien alto, que somos ciudadanos, no clientes.
En Civiqus nos interesa tanto la política que no queremos que quede en manos de los políticos. Queremos que los asuntos públicos los resuelva el pueblo, que sea la ciudadanía la que decida los asuntos de la ciudad. Desde luego, no pueden ser los partidos tradicionales, ni de izquierda ni de derecha, que en España no son más que clubes encerrados en sus sedes, en cuyo funcionamiento la democracia brilla por su ausencia y en los que sólo medran arribistas serviles; no pueden ser los grandes partidos, convertidos en máquinas de ganar elecciones, dominados por los asesores de marketing y los fans del líder.
Por utópico que parezca, creo que hay otros políticos que tienen la vocación de servir al bien público y que, con unas nuevas reglas del juego que garanticen la transparencia de todas sus acciones y que impidan la impunidad, pueden dar un paso importantísimo hacia una democracia real, en estos difíciles momentos en los que la corrupción ha generado una crisis económica sin precedentes. Sí, la corrupción es general y esto suele llevar al hastío hacia la política y los políticos. Pero no debemos consentirlo. Tenemos muchos ejemplos de a dónde nos lleva eso. Uno cercano: el de Italia, donde el cúmulo de casos de corrupción llamado Tangentópoli, en lugar de dar lugar a una movilización popular que impulsara cambios hacia la limpieza de la clase política, creó tal hastío de la política en los italianos que terminaron echándose en brazos de Berlusconi, el más corrupto de todos ellos, como persona y como político, que ambas cosas suelen ir unidas.
Vivimos tiempos de cambios. Todas las crisis producen grandes cambios. Pero éstos pueden ser de avance o de retroceso. Y es en las ciudades, precisamente, donde se tienen que cocer esos cambios. Es en la polis donde se creó la democracia, en este ámbito a escala humana que es la ciudad, la plaza.
En la plaza de Atenas votaban sólo 40.000 personas, pero ahí nació la democracia, que se dotó de normas en el Foro romano, otra plaza.
¿Y os acordáis de Porto Alegre? Es sólo una ciudad, una ciudad de Brasil, como las demás, ahogada por la miseria. Pero en 1989, hace dos días como quien dice, sus vecinos decidieron votar a un nuevo partido, el Partido dos Trabalhadores, en unas elecciones municipales, y éste, a través de un sistema asambleario, creó una estructura que permitió a los ciudadanos decidir sobre el gasto municipal. Nació así la democracia participativa o directa, y con ella, el movimiento antiglobalización que reunió en esa ciudad a cientos de miles de jóvenes de todo el mundo en el llamado Foro Social. Y nació un tiempo nuevo para el propio Brasil, donde ese partido terminó gobernando y colocando al país entre los países emergentes en lugar de en uno de los más pobres del planeta. Y, sobre todo, se dio allí, en una ciudad, un paso importantísimo hacia una democracia real, un antes y un después.
Y muchísimo antes, aquí, en León, también tuvo lugar un suceso transcedental a escala mundial: las primeras Cortes democráticas que se celebraron hace 1.100 años. También en una plaza, la de San Isidoro, donde Civiqus convocó hoy un Concejo Abierto.
¿Sabéis qué creo yo que nos pasa? Yo creo que en León llevamos ya tanto tiempo viendo el cartel de Se Cierra (se cierra la minería, el lúpulo, las empresas locales…), que hemos perdido la confianza en nosotros mismos. Yo me fui de León durante unos años a trabajar, y una de las cosas maravillosas que antes de irme viví en León fue la reivindicación popular del edificio Pallarés para la cultura, un movimiento juvenil y espontáneo que frustró los planes de convertirlo en despachos. Y desde que volví, en el año 2000, no he vuelto a vivir nada parecido. Hemos dejado de creer que podemos crear. Hemos dejado de pensar en el futuro.
Es en la ciudad de donde deben surgir las iniciativas de futuro. No nos valen ya los grandes partidos que se crean en Madrid en torno a un líder y luego se desperdigan por el resto del país para buscarle votos. Nos valen los partidos que surgen desde abajo, que crecen desde la plaza.
¿Y por qué no León? ¿Y por qué no ahora? ¿Por qué no otra vez? ¿Por qué no va a volver a ser León el motor de un nuevo cambio hacia adelante, hacia una política más democrática, hacia una sociedad más justa, hacia una salida de la crisis basada en la protección de los más afectados, en la creación de redes de solidaridad, en el apoyo real a los emprendedores, en el cambio de rumbo que aúne lo campesino y lo urbano?
Quienes nos gobiernan actualmente no pueden hacer nada de eso porque, para empezar, no se enteran de lo que pasa, no tienen ni idea de nuestras preocupaciones… ni les importan. Entre los ratones, da lo mismo que mande el gato negro que el blanco, porque los dos se los van a comer: tienen que gobernar los propios ratones.
Pero a nivel mundial está surgiendo un movimiento poderoso. Yo misma, si no estuviera ahora aquí, estaría en la acampada de Botines. Sin embargo, estoy aquí porque nosotros, que estamos en lo mismo, estamos por delante. Primero hay que identificar el problema, pero luego hay que dar soluciones. Está bien decir que no nos gusta este juego y está bien saltarse sus reglas, pero luego hay que hacer reglas nuevas. Hay que cambiar las reglas. Y estas elecciones pueden servir para eso, pueden servir para hacer un asalto democrático al poder.
La gente la tenemos aquí: en nuestra candidatura hay parados y mujeres que son menos que mileuristas, pero cuya situación personal no les quita las ganas de hacer algo por todos, de buscar soluciones para todos; un psicólogo que conoce a las personas una a una y desde dentro; una profesora universitaria que trabaja incluso en los quince días que le han dado de vacaciones por formar parte de una candidatura electoral; un político, Miguel Hidalgo, que durante tres años fue alcalde de Villaquilambre y pude comprobar desde cerca que no había ni un solo vecino que quisiera hablar con él que no pudiera hacerlo inmediatamente: en el despacho, en las escaleras, en la calle o en donde fuera; no había un solo problema del que alcalde y concejales no se hicieran personalmente responsables de solucionar en un plazo breve; todos entraban a la hora y salían mucho después de la hora, habiendo puesto en marcha iniciativas ciudadanas pioneras.
Tenemos la gente. Tenemos las propuestas y, también ahí, vamos un paso por delante de quienes ahora, por fin, salen a la calle a protestar. Las propuestas están en nuestro Contrato con León, que os recuerdo que no es un mero programa electoral, sino un contrato firmado públicamente de puño y letra.
Y tenemos las ideas; no la ideología, sino ese camino del que antes hablaba, un camino que explica el presente y que se dirige claramente hacia el futuro, trazado en un manifiesto que hemos adoptado como ideario y que se titula: "¡A la plaza! Panfleto para jóvenes sin futuro y adultos mal aparcados por la crisis" Lo ha escrito un periodista muy cercano, José Luis Estrada, y con sus palabras voy a terminar.

Reivindico que los jóvenes puedan disponer de su juventud y utilizar ese tiempo para formarse integralmente, como personas, ciudadanos y colaboradores del bien público, sin tener que esperar a dejar de ser jóvenes para que les devuelvan el tiempo robado y ya inútil. Reivindico el voto reflexivo y el debate público de los políticos.
No podemos cambiar la sociedad, pero sí podemos cambiar el paso, precisamente para poder abrir paso en la maraña de la corrupción. No podemos colaborar de manera desinteresada en el bien común si no frenamos la acelerada carrera a la que nos han empujado, en la que hay que dar la espalda a cinco millones de parados porque si se acepta esa realidad, esta sociedad de alta velocidad se pararía.
Reivindico el derecho a la duda y el uso libre de esa duda como mecanismo de control del poder. Reivindico el derecho del individuo a ser un ciudadano creativo, ético, intuitivo, con memoria histórica, razonable y con sentido común, en una sociedad verdaderamente democrática.
Y reivindico, finalmente, la movilización frente a la más que lógica indignación que ahora tenemos; el inconformismo y la protesta en la plaza pública. Es nuestro espacio y es el momento. Movilizáos, recuperad el foro público. Emulando a Gabriel Celaya: "¡A la plaza, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo".



sábado, 14 de mayo de 2011

¡A la plaza!

¿Os acordais del cocooning? Pues parece que va en aumento, pero hasta el punto de que yo ya hablaría de una especie de agorafobia social. Estamos convirtiendo la casa en el escenario, no de nuestra vida privada, sino también de nuestra vida social, puesto que nos comunicamos (es lo que estoy haciendo yo ahora) a través del ordenador y, cuando es físicamente, lo hacemos en reuniones en casa, de modo que sólo estamos con personas que previamente elegimos. Es curioso que la globalización nos haya llevado a esa reacción contraria. Es lo que pasa con todos los procesos que se producen con demasiada rapidez. 
Con ayuda de la tecnología, hemos tenido el mundo en nuestra mano, lo hemos visto y conocido como nunca antes y, ¿qué hemos hecho entonces?: encerrarnos, como si el mundo nos diera miedo, como si tener la posibilidad de ver, en vivo y en directo, cómo son los países más lejanos, cómo viven sus gentes, en lugar de estimular nuestro sentimiento de fraternidad, sólo nos hubiera provocado inseguridad.
Pues yo apuesto por lo contrario. Yo creo que la globalización debe ser social y debe inducirnos a la curiosidad por descubrir, por aprender, relacionarnos. Yo creo que hay que fomentar las relaciones cara a cara. Apuesto por la desvirtualización, por hablar a través de un teclado, pero también levantando la voz. Apuesto por el encuentro. ¡A la plaza!

viernes, 22 de abril de 2011

¡Aprended, aprended, malditos!

Ya sé que en España gobernará pronto el PP. Zapatero ha suspendido dos asignaturas clave, la economía y la elección de personas, y esos suspensos han arrastrado toda su gestión, bien aprovechados por la derecha mediante una campaña de desprestigio tan brutal que si hoy Intereconomía dijera que Zapatero maltrata a su mujer o a sus hijas, casi todo el mundo se lo creería a pies juntillas. Pero a mí no me cabe duda que ha sacado un sobresaliente en Sociedad y espero que la derecha no acabe con esos avances sociales; especialmente con uno: la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
No voy a entrar en el contenido de la asignatura, sino en el hecho de que es la única que implica la reflexión y el debate por parte de los alumnos; la única que les incita a opinar y, para ello, a pensar.
Desde mi punto de vista, a los niños les está sucediendo algo parecido que a los adultos (pero en su caso las consecuencias, claro, son peores, porque son a largo plazo) y es que el caudal de información es tan enorme que no queda lugar para la reflexión. Las asignaturas de antes se han enriquecido con un montón más de materias, porque ahora sabemos más y el éxito social, por tanto, requiere más conocimientos nuevos, pero la consecuencia es que no les damos opción a pensar, sólo a memorizar y memorizar. Antes solíamos utilizar como materia de debate la asignatura de filosofía, que ahora queda enterrada como sólo una parte de una asignatura, entre tantas otras nuevas como tecnología, informática, ciencias de la naturaleza, educación plástica y visual, conocimiento del medio, idiomas, economía, las mil y una referidas a la comunidad autónoma, etcétera.
Perder el hábito de pensar, debatir y elaborar opiniones fundamentadas, junto con la pérdida del hábito de leer, debido a la sobrecarga de entretenimientos audiovisuales, hará a las nuevas generaciones más vulnerables aún a las influencias, cada vez más poderosas, de los mass media (que no olvidemos que son negocios y, por tanto, dirigidos al beneficio de alguien), es decir, más manipulables.


Pero no me hago muchas ilusiones: la actual deriva no es hacia la derecha, sino hacia la ultraderecha: la que está fuera del PP (en León representada por el PAL) y la que está dentro del PP. Es lo que sucede en los tiempos de grave crisis económica: no se culpa a los bancos, sino a los inmigrantes (Finlandia) o a Zapatero, como no se culpó en la Alemania de la posguerra a las excesivas indemnizaciones impuestas por los aliados, sino a los judíos. En todos los casos, la crisis da lugar a una mentalidad de "sálvese quien pueda", es decir, el más fuerte, y a un sentimiento nacionalista que compense la humillación que conlleva la pobreza.
Temo que la Educación para la Ciudadanía termine en Formación del Espíritu Nacional.

lunes, 4 de abril de 2011

La impostura


Hace cuatro años, además de las Elecciones Municipales españolas, se celebraban las Elecciones Generales en Rusia. En esa ocasión y lugar, el hasta entonces presidente, Putin, no podía repetir por no ser legal en ese país ejercer tres mandatos consecutivos. De modo que se postuló como primer ministro y designó como sucesor en la Presidencia a... ¿alguien recuerda así, sin pensarlo, el nombre del actual presidente de Rusia?... Dmitri Medvedev. Era el primer caso documentado de un número 2 que designa al número 1. Ya tenemos otro. Aquí, en León. Sólo Isabel Carrasco se atrevería a hacer lo que hizo Putin: autonombrarse número dos antes de nombrar ella misma al número 1. La candidatura del PP, como lo fue la de Rusia Unida, es la historia de una impostura.

 Por cierto, actualmente, el primer ministro ruso, Putin, se dedica a construirse un suntuoso palacio a orillas del Mar Negro, según filtró la versión rusa de Wikileaks, Ruleaks, el pasado mes de enero. ¿Un palacio, un palacio...? ¿A qué me suena eso?


domingo, 27 de marzo de 2011

"Las escopetas cantan", artículo de Eduardo Bajo

 Recordamos las reses asilvestradas que, muertos los amos,
recorrían los campos de la Cabrera. En noches como ésta, a la luz de
la luna, entraban en las cuadras para cubrir a las vacas que desde su
mansedumbre soportaban los envites del toro. Pero el hombre, de
atávica envidia ante la libertad de aquellos animales, entró en acción
y la Junta arbitró los medios para su erradicación; y hasta tal punto
que no se supo si fueron incinerados o convertidos en comida para
perros. Sospecho, más bien, que fueran a parar a la mesa de alguna
cuchipanda, en forma de rôti.
        Pero las escopetas, vuelven a silbar. La Junta, como otro
caramelo para los cazadores, autoriza una batida de lobos ibéricos,
siendo el lobo un referente de nuestra cultura leonesa, nuestras
leyendas, filandones y paisajes. Frente a esto, lo que debería asumir
la administración regional, es pagar con prontitud los daños que éstos
y otros animales, protegidos como el oso pardo, pudieran ocasionar en
la cabaña u otros bienes.
        El último episodio de muerte que ha tenido en ascuas a la
vecindad de León ha sido bien triste, aun cuando resulte difícil de
explicar en una ciudad que se ha formado con gente guapa que ha huido
del campo y no ha perdido del todo el pelo de la dehesa -ayer en el
muradal, hoy con dos o tres baños y, como mínimo, un aseo-. Andaba el
personal horrorizado. "Se ha escapado un toro" -se oía- "no salgan de
casa". Alarma general.
        Pero el susodicho toro, era un jato, al que apenas le habían
bajado los testículos y con unos incipientes pitones. Una soga hubiera
bastado para reconducirlo al matadero, a la cita con su fatídico
destino. Pero no. Había que hacerlo en plan hollywoodiano: coches de
policía, persecuciones por las calles, acorralamiento y. preparen,
apunten,¡fuego! A este paso y a falta de otra cosa, cualquier día la
Junta abrirá la veda para disparar a los toros de Osborne que
flanquean las carreteras. Hace falta valor.

lunes, 14 de marzo de 2011

Concejos sí, Juntas no


"Nuestra identidad es la ignorancia", dice una viñeta de El Roto. Bueno, en cierto modo es así, puesto que se supone que vivir es aprender y, por tanto, mejorar el pasado. Ello no incluye el olvido, desde luego, ni el descarte sistemático. "La vida es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica", decía Kundera, quien se planteaba si olvidamos porque vivimos demasiado deprisa o vivimos tan deprisa para olvidar. Bueno, ésa no es la cuestión que quería plantear, aunque quizá esa rapidez y el vértigo que produce sean lo que induce a algunas personas a aferrarse a lo propio y a confundirlo con su identidad (individual o colectiva) y, así, demasiado a menudo oigo defender algo con el supuesto argumento de ser "algo propio" o "algo nuestro", en el sentido de ser leonés o español o lo que sea.
Eso sí que es ignorancia. Es, para empezar, desconocer que el sustrato cultural colectivo es tan amplio que hace imposible hablar de una cultura propia: no hay leyenda popular que no pueda encontrarse al otro lado del mundo, o porque ha ido viajando de un lugar a otro (junto con los propios genes de quienes la contaban) o porque responde a las mismas preocupaciones e imaginación de todas las personas, nazcan donde nazcan y vivan donde vivan.
Dicho lo cual, voy al grano: me importa un pimiento que las Juntas Vecinales sean algo muy leonés o una importación que en algún momento de la historia hizo un nativo de Katamandú. La cuestión es: ¿son necesarias?, ¿son útiles?
En mi opinión, no. En mi opinión son, básicamente, una administración más (y sobran unas cuantas); inútil como todas las que carecen de recursos propios, susceptible de manipulación política (si es de un partido distinto al del Ayuntamiento, no sirve más que para que uno y otro se fastidien a costa de los vecinos) y un legado más cercano al caciquismo del Antiguo Régimen que a la cercanía democrática que invocan sus defensores.
He visto cómo los ayuntamientos dilapidan recursos públicos para contentar a sus juntas vecinales, es decir, para ganar sus votos (por ejemplo, haciendo casas de cultura donde son innecesarias, sólo porque la tiene el vecino o financiando fiestas donde no hay ni dinero para, por ejemplo, una depuradora); he visto cómo proyectos municipales interesantes se convierten en inviables porque la junta vecinal de turno se aferra a sus terrenos por motivos de chantaje político... En una provincia como la leonesa, con 1.230 pueblos, de los cuales un millar tiene menos de 50 habitantes y la media de edad de sus habitantes se aproxima a los 60 años, es obvio que no se puede mantener una estructura arcaica de organización administrativa basada en la tradición medieval de las juntas vecinales que, si en determinados momentos contribuyeron favorablemente a la recuperación de la economía campesina, hoy son un freno para la evolución económica y social de la provincia. Las 50.000 personas que viven en este millar de pueblos deben bucear en su propia memoria histórica para recordar que, en un momento y un territorio hostil, la supervivencia sólo se gana con la concentración y la repoblación.
Creo, rotundamente, que es hora de frenar la inútil y desquiciada carrera de las autonomías por hacerse con competencias para las que resultan ser incompetentes multiplicando su déficit y diluyendo sus responsabilidades; que es hora de suprimir las Juntas Vecinales y las Diputaciones, de promover la reagrupación de municipios y de eliminar fundaciones, consorcios, consejos y demás esperpentos administrativos que sólo sirven para devorar el presupuesto en sueldos inútiles.
Que cada administración asuma las competencias que le son propias y que puede realmente llevar a cabo y, concretamente, respecto a las Juntas Vecinales, que sean sustituidas por los Concejos, que sí son cercanos al pueblo. Y un caso paradigmático lo tenemos estos días en Lois, Bien de Interés Cultural en el que el enfrentamiento político y/o personal de la Junta Vecinal y el Ayuntamiento ha paralizado durante años el Plan Especial y, finalmente, se ha hecho al interés de los miembros de la Junta Vecinal, eso sí, pero totalmente a espaldas de los vecinos, que no supieron ni que existía hasta pocos días antes de llevarse a Pleno.

domingo, 27 de febrero de 2011

¡No miréis!

La televisión de Libia, como la de Egipto o Túnez, consiste en un par de canales, ambos oficiales, pero desde hace algún tiempo, muy alto, sobre sus cabezas, un satélite de comunicaciones retransmite la señal de las cadenas de otros países, de modo que la señal llega a las miles de antenas parabólicas que han crecido en las azoteas del Magreb; entre ellas, la señal de Al-Jazeera, la principal cadena de televisión del mundo árabe. En Al Jazeera se habla el árabe literario, que entienden en todos los países de origen árabe, pero de un modo popular, como lo habla la gente del pueblo; sus presentadoras salen si velo; hay debates sobre todo tipo de temas y en ellos se escuchan todo tipo de opiniones y, además de rezos, hay programas de entretenimiento. No es la CNN, con sus visión norteamericana del mundo; no es el putiferio de las televisiones de Berlusconi, no son canales extraños a su cultura, pero es un canal independiente en el que se entretiene y se habla libremente. Y la libertad tiene un poder de transformación impresionante.
En estos días, Gadafi, el hombre que comenzó siendo un revolucionario que luchó contra una monarquía feudal y un líder que convirtió a un conjunto de tribus de pastores nómadas en un país con los derechos básicos garantizados para toda la población; el hombre que llevó el agua al desierto y escribió el Libro Verde buscando una vía islámica hacia el socialismo; Gadafi, que ha terminado siendo un loco convencido de que el país es suyo; un patético fantoche sanguinario dispuesto a morir matando, a destrozar un país que ha creído que es su juguete antes de perderlo, ordena a la gente que no mire Al Jazeera, como ya lo hizo antes Ben Alí.


¡Qué impotencia deben sentir los tiranos modernos, incapaces ya de cerrar fronteras, dictadores que han convertido sus países en mazmorras y han perdido la llave! ¡No hay llaves! Y sólo les queda esa infantil e inútil orden: "¡No miréis!".
Es, en mi opinión, lo mejor de este tiempo que nos ha tocado vivir. Las nuevas tecnologías, que se inventaron para la conquista y la guerra, se han convertido en armas en manos de la gente para intentar conocer la verdad. Y el ansia de verdad, como el de libertad, no tiene vuelta atrás. 
Sólo el dinero puede acallar la verdad, prostituir la transparencia comprando medios, pero seguirán apareciendo Napsters, Wilileaks, Al-Jazeeras... Los ciudadanos vamos a seguir mirando.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Un nuevo Mayo del 68

Lo explica el analista Jorge Dionisio López en la última revista Es: "España tiene un fuerte problema generacional. La generación de los 40-50 llegó al poder en los 70 con el cambio de régimen. Fueron como los chicos del maíz; mataron a sus mayores llamándolos franquistas y, con 20 ó 30 años, dirigían periódicos o ministerios. Y sigue ahí. Ahora, matan a sus jóvenes llamándolos inexpertos, frívolos o posmodernos. Es lógico que no acepten el cambio generacional; nadie lo hace". En el campo laboral, "la generación de los años 40-50 tiene mucho que defender: contratos fijos, convenios colectivos, (pre)jubilaciones aseguradas, etc. Son cosas que, para los tipos de 40 para abajo, son extrañas". Habría que añadir que los padres tienen el piso pagado mientras los hijos se han hipotecado de por vida en un piso sobrevalorado que ahora, probablemente, perderán. Habría que añadir que la revolución que ha marcado sus vidas, la digital, la regulan los primeros (véase Ley Sinde, por ejemplo) en tanto que quienes realmente saben hacer uso de ella son los segundos, que han nacido con el ordenador ya en las manos. Y añadiría también que esta situación no es exclusiva de España sino que, de algún modo, tiene mucho que ver con lo que está pasando en el Magreb y otros países árabes y que allí se hayan decidido a movilizarse tiene mucho que ver con el hecho de que en esos países haya una sociedad con muchísimos más jóvenes que aquí.
Yo creo que el mundo se está debatiendo en un gran cambio que tiene mucho que ver con la necesidad de relevo entre dos generaciones muy diferentes, tan diferentes como la nuestra y la de nuestros padres, a la que también hubo que arrancarles del poder con un Mayo del 68 que, en mi opinión, tiene muchas características similares al actual, incluida la indefinición, a medias voluntaria y a medias no, en los propósitos de las revueltas juveniles, sólo que sustituyendo los adoquines por los twits.

jueves, 17 de febrero de 2011

Renovar-educar-construir

Ésta es la fórmula en la que resume Obama su política en el informe anual a la nación, poniéndo el énfasis en la educación. Y sobre la educación dice tres cosas que me parecen importantísimas y muy bien expresadas: "Los maestros deben obtener y merecer respeto", "no hay excusa para un mal profesor" y "el buen magisterio es una necesidad nacional".
Creo que todo el mundo coincide en la importancia de la educación, pero creo que se trata de una de esas frases hechas de las que no se tiene consciencia de toda su trascendencia. En la educación está la base, no sólo de la convivencia (que no es poco) sino del funcionamiento de todos y cada uno de los sectores del país; con la educación se decide qué tipo de persona va a ser en el futuro el niño de hoy y cómo va a ejercer su profesión. En fin, todo. 
¿Cómo es posible, entonces, que la carrera de Magisterio sea, en España, la que requiere una nota de entrada más baja? Eso la convierte en el objetivo de quienes, teniendo cualquier otra vocación, se hacen maestros sólo porque no han conseguido la nota suficiente o, sencillamente, son malos estudiantes. Sin vocación entran y sin vocación salen a un trabajo extremadamente complicado, que requiere talento, conocimientos, un reciclaje continuo y, desde luego, lo primero que les falta: ganas. 

Últimamente, los maestros se quejan constantemente de los padres de sus alumnos, y con razón, pero ¿nos parece admisible que un periodista mienta para complacer a los lectores, que un médico recete la medicina menos adecuada sólo porque es la que le pide su paciente, que un abogado aconseje mal a su cliente para no quitarle la razón, que un arquitecto firme un mal proyecto para no desairar al constructor? Si no justificamos que un político tome decisiones que sabe desacertadas sólo para no perder votos, ¿por qué justificar que los profesores se laven las manos para no enfrentarse a los padres? No todo lo que es comprensible es justificable.
¿Cuándo va el Gobierno a tomarse en serio la carrera de Magisterio, a exigir a los maestros el máximo nivel, no sólo en la carrera sino luego, en el ejercicio de su profesión, obligándoles a una formación permanente y, por supuesto, recompensándoles con un buen sueldo y un apoyo constante?
Eso respecto a los maestros, porque respecto a la Universidad... ¡eso son palabras mayores y creo que lo primero que se debería hacer es, de plano, suprimir la mitad de las universidades, que obviamente sobran (hay un 13% de facultades casi con más profesores que alumnos), y anular la autonomía universitaria que no ha dado lugar más que a la creación de un montón de pequeños universos endogámicos, opacos y cerrados.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/mensaje/Obama/elpepiopi/20110213elpepiopi_5/Tes

martes, 15 de febrero de 2011

140 caracteres

A menudo oigo comentarios como "ya no hay quién entienda la política". La gente muestra su impotencia para comprender un sistema, aparentemente, cada vez más complejo. Pero, a pesar de esa manifiesta incomprensión, esas mismas personas no dudan en exponer sus opiniones sobre todo o casi todo, y no en su círculo de familiares o amigos íntimos, sino públicamente. Bien, me parece bien, por supuesto, que todo el mundo opine de lo que le parezca, sobre todo si es sobre cosas que surgen de su propia experiencia, pero tengo más que comprobado que, en muchos casos, quienes no entienden es porque no se molestan lo más mínimo en entender. Es decir: no leen.
Yo no tengo ebook, me encanta el papel (aunque preferiría que todo fuera reciclado), incluso para tocarlo y olerlo, pero encuentro fútil la discusión sobre si es mejor el soporte de papel o el electrónico. Lo cierto es que no se leen libros ni en uno ni en otro, y me refiero ahora a los libros de ensayo, ésos que nos explican por qué suceden las cosas. Les aseguro que los hay suficientemente sencillos como para que estén al alcance de cualquiera (incluida yo, que tengo una formación desordenada y claramente insuficiente) que realmente desee entender.
En lugar de leer libros, mucha gente, sin embargo, se pasa el día leyendo los mensajes de las redes sociales (yo diría que hay quienes viven en ellas), participando en foros de debate sobre casi todo tipo de cosas, pero, ¿qué demonios puede realmente explicarse en 140 caracteres; qué asunto de alcance, como la crisis económica, puede ser documentado y argumentado en ese espacio?



No tengo reticencias a las redes sociales (son un medio de comunicación fascinante y participo en ellas), pero sí contra el hecho de que, cada vez más, monopolice la información y sustituya el debate. En mi opinión, están cobrando un poder excesivo, como el del gigante con pies de barro. Y, así, no me extraña que, como se afirma, hayan sido las protagonistas de las revoluciones del Norte de África. Las redes sociales se han hecho tan fuertes que son capaces de derrocar a los tiranos... ¡estupendo!... pueden destruir, ¿pero pueden construir?
De momento, en Túnez se está produciendo un éxodo masivo y en Egipto gobierna el Ejército.
Los manifestantes argelinos tienen como objetivo nada menos que echar abajo el sistema (ciertamente, el sistema es injusto en su raíz y lo es aún más desde que, tras la caída del Muro de Berlín, no tiene competidor frente al que oponer cierta supremacía moral), pero no se menciona con qué otro sistema quieren sustituirlo.
El tiempo dará la respuesta a estas inquietudes, que, ojalá, sólo sean eso, pero mucho me temo que no pueda crearse un sistema nuevo en tan sólo 140 caracteres.

sábado, 12 de febrero de 2011

¿Quién gana las revoluciones?

En estos momentos intento no hacer otra cosa que disfrutar del triunfo de la rebelión popular egipcia. Apenas se ha apagado el eco de las voces tunecinas, y ahora Egipto, que son palabras mayores, pues es bien sabido que se trata, a diferencia de Túnez, de un país de interés estratégico para los intereses del Imperio. La imagen de ese pueblo en la calle, jugándose la vida pero poniendo por encima su voluntad inquebrantable de echar al tirano, de apostarlo todo por esas grandes palabras que ya nos sonaban manidas, como libertad, justicia, democracia, pero que han resultado seguir siendo un poderoso motor en manos del pueblo... en fin, esa imagen, que ahora estoy segura de que se repetirá en más países, es un esperanzador contrapeso a la desolación que causa vivir en un sistema cruelmente injusto, gobernado por banqueros sin escrúpulos y que, obviamente, va a peor.
Eufórica por tan emocionantes noticias, sin embargo, no puedo evitar la inquietud por el futuro. Y es que, históricamente, las revoluciones las hacen los pueblos pero no las ganan ellos. La revolución francesa la hizo el pueblo hambriento y oprimido por los nobles, pero la ganó la clase media; la revolución rusa la hizo el pueblo explotado y aterido, pero la ganaron los burócratas. La iraní... ya se sabe.
¿Quién ganará esta revolución que, por cierto, también han hecho las mujeres? ¿Ganarán también ellas?... ¡Bueno, de momento, disfrutemos!

miércoles, 2 de febrero de 2011

Madres solteronas

Antes se decía que había solteras y solteronas, y la diferencia era que las primeras lo eran por elección, en tanto las segundas eran las que no pillaban marido por más que lo intentaran. La diferencia era tan ofensiva como ridícula, porque, ¿dónde está la línea? Por ejemplo, ¿renunciaría una soltera a emparejarse si se enamorara de un tipo hipersupermaravilloso que la quisiera con locura? Si la respuesta es "no", entonces ¿cómo puede decirse que antes de que apareciera Romeo era una soltera por elección? O, si una solterona tiene la oportunidad de emparejarse con un hombre que le convenga pero del que no esté enamorada, y no lo hace, ¿pasa a ser soltera?

En fin, las emociones humanas son demasiado variadas y cambiantes como para encasillarlas.
Pues bien, a estas alturas parece que aún no hemos superado esa absurda clasificación.
Desde hace 23 años, una asociación leonesa, Isadora Duncan, con María García a la cabeza, lleva peleando por los derechos de las madres solteras, ahora llamadas familias monoparentales. Pero, de pronto (hace unos tres años), surge otra asociación llamada Madres Solteras por Elección. Es algo así como diferenciar a las madres solteras entre las pringadas y las pijas.

Ciertamente, hay madres solteras que se quedaron preñadas sin desearlo y a las que el "preñador" dejó plantadas pero, entre ellas, hay miles de casos, de motivaciones y de emociones. También hay madres que se quedaron preñadas deseándolo y que desde el principio prescindieron del "preñador", vía banco de semen o de otras maneras y, de nuevo, estoy segura de que entre ellas encontramos muchas historias personales de lo más dispares, algunas de las cuales seguro que se parecerán más a las de quienes, quedándose preñadas involuntariamente, optaron voluntariamente por prescindir de su pareja.
En definitiva, si se quedaron o no embarazadas a voluntad no influye nada en su condición actual, porque unas y otras decidieron ser madres: ésa es la cuestión. Y si no hay padre porque éste no quiso serlo o porque ella decidió que no lo fuera (tanto si él era un novio más o menos casual o un botecito de semen), el caso es que ellas son madres sin pareja, y ésta es también la cuestión.
Sus problemas son los mismos, sus derechos también deben ser los mismos... Entonces, ¿qué sentido tiene crear una asociación similar a la de Isadora Duncan pero con esa coletilla de "por elección"? ¿Aparecerán otras de madres solteras plantadas y sin novio, madres solteras que no quisimos casarnos con el padre de la criatura, madres solteras que tenemos apoyo familiar, madres solteras incomprendidas, madres vocacionales solteras...?
Obviamente, una asociación debe aglutinar a quienes tienen una situación objetiva común y unos fines comunes, pero me parece una majadería que se cree en función de motivaciones subjetivas.

lunes, 24 de enero de 2011

Zapatero mató a Manolete

Sí, así, es, fue él, quién si no. Zapatero ha creado la crisis, la ha gestionado mal, es el peor presidente de la Historia, ha creado el caos, nos lleva a una nueva Guerra Civil, ha creado los problemas migratorios, ha hecho polvo el sector público y el privado, ha enviado al paro a millones de personas, ha destruido la familia... ¿Qué más?... Pues todo. Así que lo de Manolete... pues lo mismo.

El caso es que, haciendo un poco de memoria, yo recuerdo ahora que subió el salario mínimo interprofesional, subió las pensiones más que ningún predecesor; creó la Ley de Dependencia que ha cambiado radicalmente la situación y la consideración de miles de personas, sobre todo de mujeres, que hasta entonces y secularmente tenían que sacrificar sus vidas personales y profesionales para cuidar de sus padres, hijos o suegros enfermos, sin ayuda alguna; aprobó la experimentación con células madre, dando una esperanza de vida a millones de enfermos en el futuro; la ley que permite casarse a los homosexuales, dando un paso de gigante hacia la normalización de una sociedad en la que la sexualidad no sea motivo de discriminación; retiró a las tropas españolas de Irak, ha destinado más dinero que nadie a la ayuda al Tercer Mundo, aprobó el cheque bebé que, hasta que la crisis lo ha hecho imposible, ha sido una buena ayuda para muchísimas personas con pocos recursos, y lo mismo puede decirse de la ayuda a los parados, ha facilitado a las adolescentes poder decidir no convertirse en madres prematuras, ha convertido la ofensa racista en delito, ha sido el más laico de los presidentes... Y, aunque no es un pico de oro, me quedo con dos frases, dichas al parecer en privado, que podrían exculparle incluso de haber matado a Manolete: "Recortar la ayuda al Tercer Mundo me duele tanto como arrancarme un brazo" y "Ante la duda, democracia".
España no va a ser la misma después de Zapatero, afortunadamente, porque es el presidente que más ha modernizado y democratizado la vida social de este país. Y, desde luego, no sólo no creó la crisis económica, sino que orientó su solución hacia la protección de las víctimas de la crisis por encima de cualquier otra consideración, lo que me parece muy acertado, aunque se haya quedado a todas luces corto y haya fallado estrepitosamente (él y todos los demás presidentes europeos y el norteamericano) en poner remedio, no a las consecuencias, sino a las causas de la crisis; en todo caso, se trata de algo que, de ninguna manera, hará el PP, a quien sí puede achacársele un gran responsabilidad en la crisis, ya que la crisis de la construcción la creó Aznar con su política liberalizadora de suelo y colaboró en la crisis financiera internacional, como el resto de la derecha, con la política neoliberal que dejó todo el poder en manos de los bancos y especuladores financieros.
Ciertamente, ha cometido graves errores, sobre todo, a mi entender, no haber admitido y abordado la crisis económica antes y haberse rodeado, reiteradamente, de pésimos ministros, asesores y comunicadores, en mi opinión por su costumbre (ya la tenía en León) de promocionar a los miembros de su club de fans y no a personas con ideas propias, críticas y competentes. Le ha perdido su vanidad, pero no creo que eso justifique la campaña cruel y brutal que, desde hace meses, se sigue contra él, tanto política como personalmente, sobre todo porque me queda un último argumento a su favor, tan indiscutible como importante: Zapatero no parece haber hecho nada pensando en su enriquecimiento personal y realmente creo que saldrá de La Moncloa (cuando salga) con las manos limpias.

sábado, 15 de enero de 2011

Mohamed Bouazizi

Se llamaba Mohamed Bouazizi. Era un joven informático de 26 años, que no encontraba trabajo en su país, una autocracia gobernada por un tirano desde hacía 23 años. Incapaz de salir del paro, decidió poner un puesto ambulante de fruta y verdura para, al menos, garantizar su supervivencia y la de su familia. Con ese puesto recorría la ciudad, una ciudad del interior del país, muy lejos de las aglomeraciones de turistas de la costa, cuando le abordaron dos policías que, tras advertirle que la venta ambulante era ilegal, le destrozaron el puesto.
Esa era la gota que desbordaba el vaso. La ley, que no era capaz de protegerle, de procurarle una forma de vida, de permitirle un trabajo acorde con su vocación y estudios, le negaba, además, esa última forma de supervivencia. Los frutos desparramados en el suelo por la brutalidad de un sistema incapaz de garantizar a los ciudadanos sus derechos básicos, un sistema que beneficia sólo a los ricos y deja en la estacada a quienes realmente necesitan ayuda, eran las uvas de la ira. Cualquier parado sabe perfectamente lo que es la exclusión, ser expulsado de todo, sentirse en un limbo en el que no le importas ya a nadie más que a los tuyos; un pozo al que pocos se asoman y casi nadie se atreve a inclinarse para echarte la mano. En el banco, donde se pone alfombra roja a quien tiene una deuda de millones de euros, alguien que tiene una deuda de 30 euros no encuentra sino trabas; en las oficinas del paro, quienes aguardan lo hacen mirando al suelo; cuando se encuentran con un conocido, se sienten avergonzados.
Ese joven decidió hacer bien patente esa exclusión, convertirla en definitiva y pública. Extinta su última esperanza, no merecía la pena seguir viviendo, pero sí la merecía protestar, dejar claro por qué tiraba la toalla, de modo que fue a una de esas populosas ciudades costeras llenas de turistas que gastan sus ahorros al sol entre una nube de mendigos, para autoinmolarse. Se prendió fuego a la vista de todos. Y su anonimato llegó hasta el momento en que llegó la ambulancia y se lo llevó al hospital, con la mayor parte de su cuerpo abrasado.

 Nadie hizo una foto del héroe desconocido, pero su gesto no pasó desaparecibido. Ese "hasta aquí he llegado" del joven se convirtió en un "hasta aquí hemos aguantado" de miles de personas. Las movilizaciones llegaron a tal magnitud que el autócrata se vio obligado a visitar al héroe en el hospital, en la única fotografía que he podido encontrar. Pero ya fue inútil. Diecinueve días después de quemarse a lo bonzo, Mohamed murió en el hospital, y diez días después, el presidente se vio obligado a dimitir. Después de haber tenido, durante 23 años, un poder absoluto, un muchacho le ha obligado a salir huyendo.
Mohamed Bouazizi, sin rostro, sin pasado, ha escrito la historia más bonita de los últimos años y nos ha devuelto a todos la esperanza: sí, es posible cambiar las cosas.

http://noticias.lainformacion.com/mundo/mohamed-bouazizi-el-vendedor-de-frutas-que-acabo-con-el-regimen-de-ben-ali_nPXlxDoqdfw7ZJ9DwkX997/

jueves, 18 de noviembre de 2010

Toca fascismo

Por todas partes y desde todos los bandos se oye decir que, para solventar una crisis tan profunda como la actual, hacen falta cambios... cambios de Gobierno, se entiende. Y, en efecto, está habiendo cambios. En Alemania se pasa de la derecha a la ultraderecha, en Inglaterra se vira también hacia la derecha, en Francia Sarkozy intenta salvarse con el mismo giro ultraderechista, en Estados Unidos la ultraderecha cobra fuerza y empieza la caída en picado de Obama; Italia es el único país de nuestro entorno en el que ya gobierna la ultraderecha y, sin embargo, se prevé un cambio pero, no nos engañemos, ese cambio va a ser sólo de nombre: no caerá la ultraderecha sino Berlusconi, y no se lo cargará la izquierda sino la Iglesia.
Por supuesto, también en España se clama por un cambio que, quede claro, es siempre un cambio hacia la derecha. Y no es casualidad. En mi opinión, se trata de una maniobra orquestada y siempre que se quiere manipular a la gente a gran escala, es preciso echar mano de las personas más manipulables, es decir, las más ignorantes. A esas personas, a través, sobre todo, de medios de comunicación masiva, como la televisión e Internet, se les está inoculando el virus del fascismo por medio de constantes mensajes racistas, xenófobos y de trivialización de la política.
Un fenómeno paradigmático es el de Belén Esteban, el típico personaje que conecta con lo peor de la gente y que se lanza (¡qué casualidad que lo haga la cadena de Berlusconi, cuyo ascenso, por cierto, vino precedido por el de Cioccolina!) en épocas como ésta, de pleno ascenso del fascismo. Son los ídolos de barro (hoy de basura) que se lanza a las masas. Los permanentes mensajes que la Red difunde alertando contra los árabes porque están intentando conquistar el mundo con las armas, o los chinos, intentando conquistarnos comercialmente; alertando contra los inmigrantes porque están quedándose con el presupuesto del Estado en forma de ayudas sociales o paralizando la Sanidad acudiendo masivamente a intentar curar sus males; contra los presos, porque viven en hoteles de cinco estrellas, o los homosexuales... Reconozcan que es un auténtico bombardeo en dirección hacia el fascismo y la cuestión es: ¿de quién parte ese bombardeo? Obviamente, de aquéllos a quienes el fascismo beneficia: los más poderosos, los que, precisamente, han provocado esta crisis y no están dispuestos de ninguna manera a perder privilegios y, sobre todo, autonomía para ganar dinero como les dé la gana.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Negro sobre blanco

Ya avisé que no podría resistirme a contar-comentar el último libro de Günter Wallraff. En la primera parte es un "negro", en sentido literal. Con un excelente camuflaje que, realmente, le hace parecer de raza negra, cuenta su experiencia como "un extraño entre alemanes". Lo interesante del planteamiento es que no trata de averiguar cómo viven las personas de raza negra en Alemania, sino qué sucede si uno de ellos intenta vivir como un alemán de raza blanca. Wallraff se dedica durante meses, sencillamente, a intentar llevar una vida normal: tomar una cerveza en un local céntrico, alquilar un pequeño huerto urbano, inscribir a su perro en una escuela de adiestramiento; ir a un partido de fútbol, participar en una actividad de ocio, como la visita a un parque público; a otra turística, como un paseo en barca; ligar en un bar, alquilar un piso, pasar un par de días en un camping con "su" mujer y "su" hija... y, sencillamente, le es imposible. En todas partes encuentra el desprecio o el abierto rechazo de los demás. Cuando, por ejemplo, la funcionaria municipal encargada de tramitar las solicitudes para uno de esos pequeños huertos urbanos tan abundantes en los alrededores de las ciudades alemanas, inventa mil y un impedimentos y se niega a facilitarle la hoja de inscripción, inmediatamente después entra una "compinche" de Wallraff con la misma solicitud y no se le pone la menor traba.

Con todo, lo más estremecedor no es comprobar el racismo que parece invadir al conjunto de la sociedad y que impide la integración que, al mismo tiempo, se exige a los "diferentes", sino la hipócrita forma de ejercerlo. Lo expresa muy bien la dueña de un bloque de apartamentos que se muestra muy amable con "el negro" pero, en cuanto entra la mencionada "compinche" suspira con alivio y le explica que acaba de estar un negro y ha pasado un miedo terrible (¡miedo!, otro concepto muy interesante, que parece presidir la mentalidad social actual como una plaga), pero que no piensa de ningún modo aceptarle como inquilino porque "no tengo nada en contra de ellos, pero, por favor, aquí no. Aquí no encajan". Ese "no encajan", que parece ser "la variante moderna del racismo", es tremenda: no somos racistas, puesto que no tenemos nada en contra de las personas de otra raza, pero no podemos aceptarles porque tienen "otra cultura".
Y aquí me viene a la memoria una frase lapidaria de Amin Malouf: lo contrario de la intolerancia no es la tolerancia, sino el respeto.
En fin, estoy deseando que entre en vigor la nueva ley contra el racismo que penaliza, creo recordar que con una pena de uno a tres años de cárcel, la discriminación de una persona por ser de otra raza, religión, descendencia, nacionalidad u origen étnico. Donde no llega la educación, tiene que llegar la ley: el racismo es un delito.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Lo que no vemos o no queremos ver

Empecé a ser o ejercer como periodista antes de desear serlo, lo cual no quiere decir que no me gustara desde el primer minuto. Pero realmente empecé a reflexionar sobre esta profesión, a valorarla, entenderla y amarla después de leer "Cabeza de turco", de Günter Wallraff. Fue toda una revelación que un periodista se metiera en la piel de un turco en Alemania para poder contar cómo viven, de qué y cómo son tratados, y espeluznantes sus consecuencias. Después vino "El periodista indeseable" y, durante años, he estado echando de menos otra obra, a pesar de que, desde entonces, muchos han sido los periodistas que han intentado hacer cosas similares pero, a mi juicio, muy diferentes en realidad. En primer lugar, porque no es lo mismo camuflarse durante unas horas, días o semanas, que durante meses; pero, sobre todo, los trabajos periodísticos de este tipo que conozco tienden al espectáculo o a lo meramente anecdótico. Pongo el ejemplo más reciente que he visto: una periodista que pasa un tiempo viviendo en un basurero (la pobre debía de ser de prácticas, seguro). Un reportaje así parece tener como objetivo demostrar que entre la basura se vive fatal, lo cual resulta innecesario. El propósito de Wallraff no es nunca una obviedad sino que resulta revelador; nos descubre un aspecto de la realidad cotidiana -¡la nuestra!- que sólo intuíamos o que ni sospechábamos. En sus reportajes el lector interviene como parte de una sociedad cuyos entresijos desconoce o de los que es cómplice, a veces incluso sin saberlo. Por eso, conmueve profundamente e induce a la reflexión. Recomiendo a todo el mundo "Con los perdedores del mejor de los mundos", su nuevo libro, del que no me libraré de la tentación de escribir más y que, para empezar, tiene un título que nos recuerda, en plena crisis, que seguimos siendo un pequeño grupo de privilegiados ciegos y sordos a los verdaderos perdedores.

martes, 26 de octubre de 2010

Congoleñas



Es insoportable. La historia de los cientos de violaciones a mujeres congoleñas, con las tropas de la ONU a pocos kilómetros, es absolutamente insoportable. El País Semanal publicaba hace un par de semanas la historia, ya conocida pero ignorada, y era fácil imaginar el espanto de esas mujeres violadas y machacadas ante sus aterrados hijos, una y otra vez; mutiladas, vagando como fantasmas por los campos, escondidas en la selva, huyendo de una a otra aldea para ser, en ocasiones, de nuevo "cazadas" y desgarradas por esos hombres armados y desalmados.
Las comparaciones son, además de odiosas, innecesarias, porque la solidaridad es siempre bienvenida, pero estos días, en los que todos nos hemos emocionado con el rescate de los mineros chilenos, no puedo dejar de pensar en la terrible soledad de esas mujeres cuya tragedia merece tan poca atención por parte del mundo.
 http://blogs.elpais.com/aguas-internacionales/2010/09/violacion-como-arma-de-guerra-en-congo.html

La crueldad de esos hombres debimos enseñársela nosotros, los europeos.
Me alegra que Mario Vargas Llosa haya elegido para su próxima novela la historia de la vergonzosa colonización del Congo por Bélgica y las atrocidades del rey Leopoldo II quien, además de cargarse prácticamente toda la fauna de ese país, esclavizó y torturó con auténtico sadismo a la población. Los europeos hemos pasado muy de puntillas sobre el tema del colonialismo y ojalá ese libro sea sólo el comienzo de una revisión y difusión del capítulo más cruel de la historia contemporánea; sobre esa crueldad se asienta la prosperidad de esta parte del mundo y, me temo, que sobre la hipocresía del silencio ha crecido la cultura europea de la que tan orgullosos nos sentimos.
http://www.elpais.com/articulo/portada/maldad/elpepusoceps/20101024elpepspor_10/Tes