martes, 17 de octubre de 2017

El sainete catalán


Puntualizaciones.

Primera.- Los fachas son los nacionalistas de cualquier país o no-país, pues es ésta una ideología que se fundamental en la superioridad de un pueblo sobre otro. En el caso catalán, concretamente, no hay más que acudir a la hemeroteca, llena de bárbaras estupideces como la de Junqueras (Diferencias genéticas entre catalanes y españoles) diciendo que los catalanes no tienen nada que ver con el resto de los españoles, porque ellos tienen en su ADN un toque francés (aunque ahora parece que les gustan más los eslovenos) y nosotros somos más bien portugueses (por cierto, ¡viva Portugal!).
Segunda.- El presidente del Gobierno y sus secuaces de Ciudadanos algún motivo tienen que tener para hacer todo lo posible por convertir a unos cantamañanas en héroes populares; en mi opinión, no hacen sino echar leña al fuego y por los mismos motivos: desviar la atención ciudadana de sus verdaderos problemas y, sobre todo, de los verdaderos culpables.

Tercera.- A mí también me rejuvenecen las manifestaciones y fue muy importante para la creación de mi personalidad y para mi crecimiento personal haber tenido, durante la adolescencia y la juventud, causas sociales por las que luchar activamente, así que puedo comprender la emoción de muchos jóvenes catalanes y no catalanes sintiéndose perseguidos por la justicia, enfrentándose a la Policía, votando a escondidas... ¡pero, por favor, sus dirigentes debieran saber distinguir entre la acción y la causa! ¿Cómo es posible que los dirigentes de Podemos y otros grupos de izquierda hayan dejado de movilizar al país contra los banqueros y los políticos corruptos, causantes de la crisis y de la forma trágicamente injusta e inaceptable de salir de ella, y lo hagan ahora para abanderar (y nunca mejor dicho) la innecesaria y nada pertinente creación de otro país sobre un base ficticia? Del cacao mental que tienen da idea su verborrea, hablando, por ejemplo, del "nacionalismo internacionalista" y el "independentismo sin fronteras" de los catalanes (el diario.es/CUP).

Cuarta.- Democracia y referendum no es en absoluto lo mismo ni la una implica lo otro. ¿Son, por ejemplo, los californianos más demócratas que otros por utilizar este sistema para aprobar la pena de muerte o prohibir los matrimonios homosexuales? Por cierto que fue Hitler quien más los utilizó.

Quinta.- Respecto a los socialistas, esta crisis ha dejado bastante claro quién puede ser un líder y quién no, mostrando la abismal diferencia de categoría intelectual y coraje personal entre su actual dirigente, que prácticamente no ha abierto la boca, y quien debiera haberlo sido si no se lo hubiera cargado el propio aparato del partido, Borrell, quien no ha dejado de intervenir públicamente para lanzar los mensajes más acertados y sensatos que se han oído desde que empezó esta función.

Sexta.- También ha quedado clara la altura política de nuestros dirigentes, que utilizan la política como un juego de trileros, especialmente -desde luego- Puigdemont y su forma de tomar el pelo a los catalanes, saltándose las propias leyes de su comunidad, haciendo un referendum que, obviamente, no ha tenido ni validez ni rigor y mintiendo a sus votantes al asegurarles que la independencia significaría prosperidad económica y apoyo europeo; y de tomar el pelo a los demás con esa ridiculez de no querer decir si ha declarado la independencia o no, de modo que, al parecer, ha sido una declaración, además de subrogada, secreta.

Y séptima.- Los intelectuales suelen ser especialistas en el escaqueo de responsabilidades. Si, respecto a la crisis económica, no he visto a ningún economista entonar el "mea culpa" por no haberla previsto, en este caso los historiadores debieran entonarlo por su silencio culpable sobre el largo proceso de manipulación de las nuevas generaciones de catalanes, a quienes se hace aprender de memoria libros de texto de Historia, ya no sesgados, sino abiertamente falsos. Y, con ellos, los profesores y, por supuesto, los políticos, tanto del PP como del PSOE, que han creado el monstruo que hoy les tiene contra las cuerdas, utilizando durante decenios a los nacionalistas catalanes como llave para sus mayorías parlamentarias.



En las primeras 
Elecciones democráticas 
en España, mi hermana 
se encontró a la puerta de 
su colegio electoral 
con una amiga 
que era una activa militante de 
Bandera Roja. 
"¿Se presenta Bandera Roja? 
¡Porque, claro está, 
es el partido al que vas a votar!", 
le preguntó mi hermana, 
y su amiga contestó: 
"¡No, claro que no! 
¡Cómo voy a votarles!... 
¡Imagínate que ganan!"... 



Pues yo creo que eso es lo que, probablemente, les ha pasado a los nacionalistas catalanes. Respecto a Puigdemont, puso en marcha un proceso que, inicialmente, no era sino el chantaje clásico que al propio Rajoy, hundido hasta el cuello en los casos de corrupción, también le convenía, pero el asunto se les ha ido de las manos a los dos. Respecto a sus socios de gobierno, no soy de las personas que piensan que la edad te hace más conservadora, que sustituye ilusiones por realidades, combatividad por conformismo. Al menos, no es mi caso: el tiempo me ha enseñado a ver los muchos matices de grises que hay entre el negro y el blanco, pero no me ha convertido en gris. Mantengo la aspiración de un mundo mejor y conceptos como solidaridad, igualdad de oportunidades, democracia real, movilización ciudadana o revolución siguen teniendo todo el sentido para mí. Pero una cosa es tener las aspiraciones de la adolescencia y otra muy distinta es comportarse como un adolescente. En mi opinión, la mayor parte de quienes integran los grupos anti-sistema que han hecho de la independencia catalana su principal objetivo político, se comportan como los antiguos adolescentes de Bandera Roja.


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