jueves, 14 de enero de 2016

La historia se repite


Siempre me ha interesado la política, como me ha interesado cualquier aspecto de mi ser social (la familia, el vecindario... en fin, la comunidad), pero mi cercanía profesional a los políticos ha hecho que cada vez valore más la actitud personal frente a la política o, quizá, la necesaria coherencia entre lo uno y lo otro. No creo que sea una deriva propia de la edad, puesto que, al mismo tiempo, me he hecho aún más radical en algunas actitudes ideológicas (como mi intransigencia ante el racismo) y he cambiado algunas ideas (como mi mejor valoración de la democracia real, tras la caída del muro físico e informativo de Berlín). Como José Luis Estrada en "¡A la Plaza!", reivindico, cada vez con mayor convencimiento, la necesidad de volver al humanismo y el librepensamiento.

Esa actitud me ha llevado a trabajar, en ocasiones, en una institución gobernada por partidos que ni me gustaban ni tenían nada en común con mis ideas. Sería fácil -y creo que comprensible por cualquiera- decir que lo hice porque hay que dar de comer a los hijos y nadie puede aspirar al lujo de elegir a su jefe, pero lo cierto es que no lo hubiera hecho si no hubiera confiado en la honestidad de las personas que me ofrecieron ese trabajo. Así, cuando Miguel Hidalgo me ofreció ser su jefa de Gabinete en Villaquilambre, sólo sabía de él que había tenido la decencia de enfrentarse a su partido, el PSOE, para defender los derechos de los ciudadanos de Villaquilambre, que su partido intentaba utilizar como moneda de cambio para un pacto con UPL en el Ayuntamiento de León. Ésa era la actitud que a mí me gustaba y, en los años sucesivos, tuve ocasión de comprobar que, en efecto, además de inteligente y valiente, era un político honesto y digno. Con él nació Civiqus, reivindicando la necesidad de cambiar el funcionamiento de los partidos, de hacer política desde abajo... lo que otros han hecho unos cuantos años después.

Por entonces conocí ya a Carmen Pastor, trabajadora infatigable en el área de Cultura del Ayuntamiento. Llamaba la atención porque era la única que aún quedaba en el Ayuntamiento cuando yo me iba a casa, siempre mucho tiempo después de terminar mi jornada laboral; porque siempre que le pedía algún documento o información, no tardaba ni un minuto en dármela, porque se involucraba personalmente en todo lo que hacía y porque hablaba siempre con sinceridad y sin tapujos a cualquiera. Obviamente, me cayó bien.

Cuando Civiqus decidió pactar con el PP y gobernar Villaquilambre en la pasada legislatura, tuve bastante claro que era un error cometido desde la honestidad política: realmente había el convencimiento de que el municipio, en concreto, como en el país, en general, estaba viviendo una crisis tan profunda que era perentorio actuar en favor de las víctimas de esa crisis y no se podía dejar al PP gobernar en solitario, con ese talante tan suyo de pensar antes en los propietarios de los chalés que en las familias que, de pronto, eran empujadas al infierno de la pobreza o, incluso, la indigencia. Se cumplió el objetivo ético y se pagó el error político. 

Posteriormente, Civiqus volvió a presentarse a las Elecciones, con la generosidad de anteponer a las siglas, el nombre o cualquier símbolo, la necesidad de unidad para poder llevar a cabo su programa electoral. Los demás partidos progresistas no quisieron esa unidad, en tanto unos señores de un partido llamado Ciudadanos se ofrecieron a ella con gran insistencia; ese partido era tan poco conocido que no había mucho que esgrimir a su favor, pero tampoco en su contra. Creo que la decisión finalmente tomada no gustó a casi nadie, pero fue secundada por casi todos, básicamente por el convencimiento de que la unión hace la fuerza y de que había que apoyar y que apoyarse en formaciones que habían surgido, como nosotros, de la voluntad de acabar con el bipartidismo y regenerar la democracia. Por lo que a mí respecta, mi único motivo fue apoyar a Carmen Pastor, candidata a alcaldesa y, en mi opinión, la mejor alcaldesa posible. 

Aunque fui parte de la creación de Civiqus y José Luis su ideólogo, él dio por acabado ese movimiento hace ya años, pero yo sólo he tomado cierta distancia a partir de las últimas Elecciones Municipales; y digo cierta, porque sigo teniendo confianza en lo que Civiqus representó y representa y, sobre todo, en Carmen Pastor, de la que sólo puedo decir que no me extraña que le haya pasado lo mismo que, en su momento, le sucedió a Miguel Hidalgo. 

Todos los partidos tienen escrito con letras de oro en su estrategia que sus líderes han de presentarse siempre al público como triunfadores o posibles triunfadores; que la victoria es el objetivo, que están para ganar... Será una manía personal, pero siempre me he considerado una perdedora y sentido cercana a los que pierden. Desde luego, se trata de conceptos -ganar y perder- muy subjetivos, porque gana el que cumple los requisitos para ello y, en política, créanme, a menudo esos requisitos son viles, de modo que los que ganan hacen que los demás -los ciudadanos a los que representan- pierdan. Como dice Eduardo Aguirre en su espléndido último trabajo, "El cosmos de piedra", no hay buen gobierno sin bondad; procuremos estar, en política como en nuestra vida cotidiana, con las buenas personas, y a los otros, los que ganan sin serlo, pues ojalá algún día, como dijo Sabina en una canción (yo soy así de ecléctica en mis citas), la cumbre se les clave en el culo.




1 comentario:

  1. Gracias. Muchas gracias Esther por tus hermosas palabras respecto a mi historia política.
    Con personas como tú y Jose Luis protagonizamos la puesta en marcha de un sueño y alumbramos el camino para que no perdiéramos de vista el auténtico objetivo de nuestro sueño: Es posible transformar la política para que los Gobiernos tengan a la Gente como único objetivo de su acción. Todo aquello, que anticipó como tú dices tantas cosas que luego vinieron y que hoy mantienen el sueño de algunos que aún creemos que podemos, duró lo que duró….hasta la fatalidad.
    Pero dicho todo ello, no me quedaré cómodo si no expreso también, con todo el respeto que sabes que te tengo, algunas cosas de tu artículo de hoy que no comparto.
    Tú justificas el Pacto de CIVIQUS con el PP entre 2.011 y 2.015 aún desde la perspectiva actual, como un error cometido desde la Honestidad, porque dices que se cumplió el objetivo ético y se pagó el error político. Pues bien; yo, que defendí ese pacto en uno de mis últimos actos como político, creo hoy que fue un error que no supuso cumplir ningún objetivo ético. Esther, en política, los objetivos, además de declararlos, hay que cumplirlos. Y eso exige rigor, perseverancia y, muy frecuentemente, contundencia. Virtudes que no existieron esos años, salvo la de la contundencia, y no siempre bien dirigida, por lo que resultaba improbable que los objetivos éticos se cumpliesen; y muy probable que se pagara el error político, como así sucedió.
    No acepto tampoco la historia de la entrega de CIVIQUS a CIUDADANOS. Porque es la historia de una entrega a cambio de unas condiciones –las que se declaran- que nada tienen que ver con las personas y la gente. Lee tu párrafo. Tú misma lo dices. Hablas de “siglas, unidad para la fuerza, acabar con el bipartidismo, regeneración democrática”. Muchas palabras; muchas instituciones; muy pocas personas. Al menos, en los objetivos declarados expresamente en las asambleas y en las consultas que se hicieron de forma particular. En los objetivos ocultos, claro que había personas. Pero no todas las personas; sólo algunas personas que han obtenido gracias a esa entrega más cargos, poder e influencias de las que jamás en su vida soñaron tener.
    Una última discrepancia: No coincido en que a Carmen y a mí nos haya pasado lo mismo. Yo perdí, es verdad, ante los que tu llamas “malas personas que ganan sin ganar para la gente”; pero lo hice por poner por delante de partidos o siglas a las personas y la ciudad por cuyo gobierno habíamos concurrido a las elecciones; anteponiendo todo a mis intereses personales o mis legítimas ambiciones políticas. Precisamente por todo ello puedo vivir y ver mi fracaso no como una derrota inapelable; y decirte, citando como tú a Sabina que, “sin prisas, que a las misas de réquiem nunca fui aficionado”.
    En el caso de Carmen , si pierde no querrá decir necesariamente que todos lo hagan; y las causas son justamente las contrarias que en mi caso: La anteposición de la estrategia de unas siglas –las de CIUDADANOS- a los intereses de la gente; renunciando al gobierno de la ciudad a la que se presentaron sin ninguna justificación expresa y con una única explicación, aunque no se haya declarado expresamente, que es el mantenimiento de un cargo de procurador en Cortes y de una posición política en un partido que se presume ganador en el futuro.
    Finalmente, querida Esther, quiero completar algo. Ayer me lo recordó nuestro común amigo Alfonso: En política no es posible creer en el Ratoncito Pérez ni en los atajos. En CIVIQUS alguien hizo que algunos militantes bienintencionados creyeran eso. Pero en este Caso el Ratoncio Pérez se llama MARAÑA; por lo que los atajos –se sabía- no podrían conducir a buen puerto. En fín, como se dice en Casa Blanca-yo también hago citas iconoclastas- “siempre nos quedará Paris”….y a nuestros antiguos compañeros: “Siempre les quedará el procurador de Valladolid”.

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