domingo, 15 de marzo de 2015

Hace tres años





Demasiado alto
para tantas mezquinas pasiones e ideas pequeñas.
Demasiado alto para la vida y para el féretro.
Demasiado profundo para nadar en la charca
en la que aúllan peces barbudos y caimanes insomnes.
Demasiada primavera
en las manos de pan caliente.
Te esperaban las nogales,
ansiosas sus raíces de beber tus cenizas
junto al lago;
sus ramas, de abrazar tu espíritu libre
y liberar el espíritu del agua.
Y sí, era primavera, pero
mientras tú ardías
sobrevino un silencio de nieve.
Se rompió el espejo
en el que yo me veía tal como deseo ser.
Se acabaron mis muchas vidas
para empezar el sinvivir que precede a la muerte.
Sentada en el banco helado.
Hoy hace tres años
y voy a escuchar a Mike Oldfield todo el día,
hoy voy a leer tus cartas de amor,
hoy voy a mirar tus fotos y a recorrer
todo tu cuerpo con los ojos doloridos y la sonrisa empapada.
Y desearé morir
si es lo necesario para volver a estar contigo.
Y desearé vivir
si es lo preciso para no perderte del todo.



viernes, 27 de febrero de 2015

El político infiltrado


Hace poco vi un programa de televisión con mi hija (sí, las cosas que una tiene que hacer por sus hijos superan a veces lo imaginable). Se llamaba "El jefe infiltrado" y va de un empresario que, disfrazado convenientemente, pasa unas jornadas trabajando en su propia empresa, no se sabe muy bien si para controlar "in situ" los procesos de producción o, simplemente, espiar a sus trabajadores. Todo acababa bien: les hace unos regalos a sus avergonzados operarios y él vuelve a su vida, mejor que la de ellos, sin duda alguna. Me pareció una idea estupenda, pero para aplicar a muchos de los políticos españoles, sobre todo después de oír el discurso del presidente en el debate del estado de la nación, en el que se esforzó sin rubor ni piedad en que creyéramos que el país va mejor sólo porque a algunos (a quienes nunca les fue mal) les va mejor. Definitivamente, dio la impresión de que la profunda brecha de desigualdad abierta en España ha consolidado dos países incapaces de verse cara a cara y algunos políticos se han acomodado en la España cómoda (valga la redundancia), en la que siempre han vivido. No quieren entender que un país o comunidad cualquiera es un único ente y que sólo prospera si lo hacen todos a una, no unos a costa de otros.



No, no soy partidaria de que los políticos trabajen sin un buen sueldo, pues no creo que la política deba dejarse en manos de los ricos, que son los únicos que podrían hacerlo, pero, además de revisar muchos sueldos ciertamente desmesurados, no hay nada como experimentar en carne propia la realidad ajena. Propongo un programa, "El político infiltrado" que, por un tiempo o a perpetuidad, permita, por ejemplo, a Ana Botella, vivir de lo que saque cantando en el metro; a los alcaldes de Valladolid y Barcelona, ser mendigos en sus ciudades; a Fátima Báñez, un poco de lo que ella llama "movilidad exterior" sobreviviendo en Alemania como friegaplatos en una hamburguesería; a Arias Cañete, desde luego, le tocaría trabajar de camarero en una tasca; a la diputada Andrea Fabra, en una oficina del paro, en la que tenga que conocer en persona a algunos de los más de cuatro millones y medio de desempleados, sus sueños rotos y sus vidas invisibles; a Rita Barberá, Camps, Zaplana y demás ralea, les enviaría a trabajar de peones a una fábrica de Louis Vuitton, pero de las que tiene en La India; a Cospedal, de víctima de desahucio, lo que le vendría muy bien para hacer dieta, dado que se dice convencida de que los españoles dejan de comer antes que incumplir sus deberes religiosos para con los dioses banqueros; a Rafael Hernando, ése que se burla de quienes buscan a sus parientes asesinados y enterrados en fosas comunes, de sepulturero; a Esperanza Aguirre, de policía de tráfico; a Aznar lo enviaría a practicar el inglés a Estados Unidos, concretamente de inmigrante ilegal trabajando en el servicio doméstico. A Rato... Bueno, a Rato lo infiltraría en una prisión de máxima seguridad en calidad de preso, como a tantos otros; y a Rajoy, de escapar a esta alternativa, sencillamente a vivir del sueldo mínimo en el trabajo y distrito que prefiera.


martes, 17 de febrero de 2015

El liderazgo de los Gargantúas


Restaurantes, vino, ropa, joyas, hoteles de lujo, juergas nocturnas y más y más restaurantes… En eso se gastaban los “cajeros” con tarjeta black el dinero de los grandes, medianos, pequeños y pequeñísimos ahorradores. Los delegados de banca de Comisiones Obreras, liberados del sindicato y con sueldos medios de sus entidades de 45.000 euros, recibían sobresueldos que se gastaban en exactamente lo mismo: comilonas en marisquerías, asadores… hasta tres comidas por semana y dirigente en restaurantes que superan los cincuenta euros por comensal.

Obviamente, lo escandaloso de esta noticia es el fraude que suponen estas personas, cuyo cometido es defender los derechos de los trabajadores en un sector que perdió más de 30.000 empleos mientras ellos se reunían a mesa puesta, y el hecho de que tales sobresueldos (3,7 millones entre 2008 y 2012) se debieran a donaciones de los propios bancos, empezando por las Cajas de Ahorro que, cuando no han desaparecido, lo han hecho a costa del dinero de todos, incluidos los que nunca han sido sus clientes, incluidos los que no lo tienen… ah, y de donaciones de la patronal.

Pero lo que me llama poderosamente la atención es que Blesa y el sindicalista Benito Gutiérrez, por poner dos ejemplos, tengan los mismos gustos y que, en ningún caso, ese dinero ilegítimamente gastado lo fuera en libros, visitas a museos, viajes culturales… por no hablar de algún acto filantrópico. Sus gastos no sólo reflejan su catadura moral, sino la ignorancia y zafiedad que la acompañan y que iguala a políticos corruptos, banqueros, empresarios y sindicalistas.

No se trata sólo de la náusea que causa su vulgaridad, sino de la inquietud que provoca su ignorancia. Serán (los que lo sean) especialistas en lo que sea, pero son profundamente incultos. No es de extrañar que se afanen tanto en elaborar jergas incomprensibles para dar la impresión de que su trabajo es extraordinariamente complejo, como no son de extrañar los resultados. Grandes empresas ensalzadas como triunfadoras modélicas cuyos directivos eran encumbrados por su preparación e inteligencia, han protagonizado quiebras de cientos de miles de millones. Recordemos la primera, la de Lehman Brothers, que fue de 639.000 millones de euros, más del doble que toda la deuda de Grecia; y recordemos además que el día anterior a su hundimiento, ese banco de inversión había recibido la calificación, por parte de las todopoderosas agencias de Rating (los inquisidores del neoliberalismo) de triple A, es decir, seguridad absoluta, como ya había ocurrido con Enrom, los bancos islandeses o Madoff. Y es que los dueños del mundo (Goldman Sachs, Warren Buffet, Hearst…) son meros tragones que saben más de angulas y nécoras que de economía.

¿Que Rato, presidiendo el Fondo Monetario Internacional, no se enteró de la brutal crisis financiera que estaba a punto de estallar? ¿Qué el banco frente al que le pusieron, hecho con el dinero de todos, pues procedía de la fusión de las cajas, fue un desastre que sólo sirvió para que una pandilla de tramposos se hicieran aún más ricos? ¿Qué para salir a Bolsa ha tenido también que falsear los verdaderos datos? ¡Cómo extrañarse!

Sostengo que el mundo está gobernado por una panda de ignorantes. Y no me refiero a los políticos… que también. Éstos, al fin, no son sino el reflejo de los otros y, de hecho, sus corruptelas son también la sombra de la intrínseca corrupción de quienes han creado el presente modelo económico; de los grandes economistas que ni previeron la crisis ni han sabido aportar soluciones; de los altísimos directivos con un montón de másters que no saben más que jugar con el dinero ajeno; de los grandes empresarios que sólo saben ganar dinero a costa de rescates públicos o esclavizando a sus trabajadores (cuando no, directamente, utilizando mano de obra esclava en La India o China… ¡qué gran talento hay que tener para eso!). ¿Qué clase de dirigentes económicos tenemos y cómo esperamos que sean los dirigentes políticos si se pasan el día haciendo la digestión y la noche de putas?


Lo peor es que los medios de comunicación sigan encumbrándoles. Constantemente veo artículos sobre “las mujeres más ricas”, “los multimillonarios más jóvenes”, etcétera; historias de multimillonarios que se exhiben como modelos sociales; y lo son, al menos para los políticos, que emulan su forma de vivir a golpe de tarjeta (sí, dinero virtual) con la que pagan restaurantes, alquileres, el servicio doméstico, el colegio de los niños, las vacaciones y, en el caso de uno de los dirigentes de CC.OO., hasta las multas de tráfico. ¿Cuántos grandes empresarios saben lo que cuesta un billete de metro o la cesta de la compra? Ellos han creado un sistema económico que ignora la economía real, un sistema por el que uno se puede convertir en millonario especulando, sin ver ni un billete... ni el rostro de quienes morirán de hambre por su causa. Si su éxito sigue siendo el paradigma social, ¿cómo no van a perder los políticos el contacto con la realidad y con los ciudadanos que les votan?