sábado, 16 de febrero de 2013

El duelo


El duelo tiene tiempo y tiene tiempos, 
dicen. Y hasta página oficial.
Negación, ira, pacto, depresión...
Tiene dos caras, como el dios Jano,
lo que fue y se fué, lo que ha de ser.
El duelo se acaba y se acaba el dolor.
Un año, dos... A la de tres
el alma deja de arder
y sólo duelen la rodilla, las muelas
o la espalda. De espalda al dolor
queda el tiempo inerte que pasa
y han pasado
trescientos treinta y siete días
y estos minutos que se escapan.

Busco en los libros dónde ubicar
mi herida, reviso las etapas
y no me hallo. Nada leo de
luces que en el agua se apagan,
el grito de un cuervo en la noche,
la aguja en el ojo, el pie descalzo
en el charco helado, ruido de remos
en un mar vacío.

¡Cuánto hace que faltas
y cuánta falta me haces!


No han osado los textos 
desmenuzar el dolor de la madre
ante el hijo que muere de hambre,
la niña violada, el avión que cae,
el torturado, el solitario mendigo.
No se atrevan tampoco quienes
no han visitado mi corazón ni el suyo
a servir en platos de plástico 
mi dolor de recuerdos sin testigos,
de palabras impronunciables y el sonido
imposible de escuchar, 
del miembro amputado estando sano,
la vida sin vivir, el tiempo a destiempo,
del cuerpo amado yerto entre mis brazos y las
caricias que ya jamás tendré.

¡Psicólogos del mundo,
rendíos!