jueves, 22 de marzo de 2012

Ángeles


Si alguien que lea estas palabras piensa que me he vuelto loca, puede que tenga razón: perder temprana e inesperadamente a quien te ha demostrado, durante 25 años, amarte más de lo imaginable, y a quien se ha amado y ama más de lo que se ha descrito, no es poco motivo para volverse loca. No obstante, me siento impulsada a correr ese riesgo y contarlo.
Durante estos aciagos días he recibido cientos de mensajes en el sentido de: él sigue contigo, él seguirá viviendo dentro de ti, él te seguirá acompañando... Ese tipo de comentarios que siempre interpreté literariamente y que estos días he vivido literalmente. 
El viernes vi por última vez el cuerpo que me ha envuelto tantos, tan rápidos e intensos años, pero no quise ver cómo lo devoraba un horno. Mientras eso sucedía yo ya había aparcado el coche frente a mi casa, junto al parque de La Condesa. Apagué el motor y abrí la ventanilla. Cerré los ojos. Interpreté el sonido de los coches que pasaban a mi lado como el sonido de la vida... y de pronto se detuvo cualquier sonido. Se hizo un silencio total y sentí una ráfaga de viento entrando por la ventanilla del coche. Supe que todo había acabado.
Sollocé y pensé con pena en la efímera llegada de la primavera que él no pudo contemplar. Han florecido los árboles, le dije, y pronto llegará "la nieve inversa del verano", recordando el día en que le dije eso y él me alabó la metáfora. Cuando abrí los ojos, vi, en efecto, cómo el viento hacía que el polen y los pétalos de las flores ascendieran, en la calle repentinamente vacía, en remolinos blancos. El viento me trajo otra imagen: la de ambos, con las manos enlazadas y los ojos cerrados, en el templo griego de Agrigento, hace muchos años, plantando cara a un viento tan fuerte que parecía llegar desde el principio de los tiempos batiendo los siglos, y el viento entró entonces por la ventanilla del coche casi con la misma fuerza. Sentí en él su clara presencia y, un poco asustada, intenté encender un cigarrillo mientras le oía decir "tienes que dejarlo", pero el mechero saltó hecho pedazos en mi mano. No podía obviar las señales. Sólo faltaría, pensé, que lloviera, pues durante años se labró una merecida fama de gafe en este sentido. ¡Y llovió! Bajé del coche para sentir en la piel la lluvia, el viento, las flores... y antes de decidirme a subir a casa, donde me esperaban familiares y amigos, le pedí la traca final. Pues sí. Oí varias ráfagas de petardos, supongo que provenientes de alguna boda en San Marcos. Sonriendo, subí a casa. Lo primero que oí fue: "¿Has visto, Esther? ¡Ha llovido!". También lo habían interpretado como un signo. Pregunté si habían oído los cohetes. "Sí, justo cuando estábamos brindando por José Luis".

José Luis, mi manual de instrucciones para vivir, me ha enseñado muchas cosas sobre mi misma que me serán valiosas para aprender a respirar sin él, como ir en el sentido contrario al que yo creo que debo ir o calcular el triple del tiempo que creo que necesito para llegar a alguna parte (él era también mi referencia espacial y temporal), pero desde ese día, además, me gusta hablar con él. Así que voy camino de hacer realidad las palabras de un viejo y queridísimo amigo de los tiempos universitarios a quien ni el Facebook ha sido capaz de devolverme, Natalio del Amo, con quien me gustaba, sobre todo, inventar historias y hablar de Cortázar. Una vez nos imaginamos de viejos y él dijo que a mí me veía como una viejecita cariñosa y estrafalaria que paseaba por los parques hablando sola.
Hoy es nuestro aniversario, el del día en el que José Luis y yo nos conocimos, primer día de primavera, y he ido a dejar sus cenizas en Sanabria, el lugar del que provenían muchos de sus recuerdos, al que me llevó para intentar conquistarme, al que hemos ido decenas de veces y al que siempre quería volver. Hacía un día soleado y primaveral. Nos acercamos al lago, hoy en completa calma, para arrojar al agua un puñado de cenizas de su cuerpo y unas flores. Quienes estábamos vimos con sereno asombro cómo las flores crearon lo que allí llaman "una bruja" (un gran remolino que se deshace en rápidas y grandes ondas) mientras descubríamos bajo las aguas un gran corazón hecho, quién sabe por quién ni cuándo, con piedras.


Tras enterrar el resto de las cenizas en su heredad, un pequeño terreno flanqueado de castaños desde el que se oye el rumor del río y se ve la sierra, me asomé al puente en el que tantas veces contemplamos juntos el paso alegre del agua, y vimos saltar una trucha enorme, la única que, al parecer, se ha visto allí en años.
Hay más. Más casualidades, señales... qué sé yo.
"La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, así que... ¿por qué no pensar que la energía de una persona se transforma en una especie de presencia consciente?", me dijo mi hermana, atea, como yo, y refractaria toda su vida a cualquier tipo de superstición... como yo.
No lo sé. Pero en una ocasión Vela Zanetti nos dijo, a José Luis y a mí, que él no creía en Dios, pero sí en los ángeles. Me sumo a esa creencia y creo en ti, José Luis.


7 comentarios:

  1. No son pocos las ideas que pasarán por la cabeza, la pérdida de un ser querido supone un largo periodo de reflexión, la presencia física se pierde, pero llega el momento que denomino "existimos mientras alguien nos recuerda. L.Felipe". La experiencia de una relación consolidada, alimenta la fortaleza y los hijos el balón de oxígeno que la refuerza. No todos lo han conseguido. Ánimo y adelante.
    Virginia

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  2. ¡¡cómo te va a dejar sola!! él que tanto amor te tiene!! qué envidia sentir y vivir con ese cariño, tú su inspiración y faro. La tristeza debe convivir con su presencia, de otra manera, pero también es su presencia. El lago que tanto quiere, la playa dorada, el patinete, la felicidad del verano! Jose Luis está unido a ti y yo ... os quiero tanto!!
    Claro que hay ángeles; yo no lo sabía hasta que te he leído. Gracias, Esther.

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  3. Yo también lo he percibido así, Esther, tal vez porque una parte de mi misma está en estos momentos, desde la muerte de mi tía-madre, volcada en esa zona mágica y luminosa, profundamente subjetiva, que sólo parece vivir con la muerte, o con el enamoramiento. Acaricio fotos, y siento su risa maliciosa, como la siento estremecerse cada vez que Lucía habla de ella.
    Y descubrir a Jose Luis como un angel (porque para mi ha sido un descubrimiento), es precisamente lo que estoy sintiendo. Por eso los poemas paradisiacos de Aleixandre, las criaturas en la aurora.

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  4. CONTRACANDELA
    (Juan Antonio González Iglesias)

    "En las plantaciones de caña de azúcar,
    fuego que se da, en caso de incendio,
    en la parte del cañaveral de donde viene el viento,
    para que, al llegar allí las llamas, queden detenidas"
    (Diccionario de Julio Casares)

    Leer el diccionario como un libro de horas.
    Buscar en los residuos del idioma algún símbolo
    que pudiera servirme para acreditar
    claridad. Repetir como una letanía.
    [...]
    No ceder a las lógicas expresiones de pánico.
    Fiarme una vez más de las viejas metáforas,
    comprendiendo que esta de los cañaverales
    -plantaciones y viento y llamas detenidas-
    sirve bien a los días vulnerables de un hombre

    Un abrazo muy fuerte, Esther

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  5. cree en los angeles y lo tendras simpre hay.

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  6. Hace bastantes años que pienso exactamente lo mismo que tu hermana, es más, me atrevo a decir que estoy segura de ello, somos energía por lo que es imposible que nos destruyamos en ese sentido, que desaparezcamos del todo, tal vez tomemos otras formas.

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  7. Esther es precioso lo del corazón, no me canso de repetirme que vuestro amor, tan inmenso, seguirá siempre vivo en tí, ten fuerza porque su energía está empujándote a seguir adelante, se ha buscado ya un riconcito en tu corazón para descansar en él y no abandonarte nunca.
    Raquel

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