viernes, 29 de julio de 2011

El enemigo

Me hago "eco" (perdón por el fácil juego de palabras) de un párrafo de "El cementerio de Praga", de Umberto Eco, que acabo de leer y no me resisto a compartir, por su lucidez y la materia de reflexión que contiene. Dice un cínico espía ruso de finales del XIX:
"A mí me interesa la estabilidad moral del pueblo ruso y no deseo (y no lo desean las personas que pretendo complacer) que este pueblo dirija sus insatisfacciones hacia el zar. Así pues, necesita un enemigo. Es inútil ir a buscarle un enemigo, qué se yo, entre los mongoles o los tártaros, como hicieron los autócratas de antaño. El enemigo para ser reconocible y temible debe estar en casa, o en el umbral de casa. De ahí los judíos. La divina providencia nos los ha dado, usémoslos, por Dios, y oremos para que siempre haya un judío que temer y odiar. Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. Alguien ha dicho que el patriotismo es el último refugio de los canallas: los que no tienen principios morales se suelen envolver en una bandera, y los bastardos se remiten siempre a la pureza de su raza. La identidad nacional es el último recurso para los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio, en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta alguien a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria. Siempre. El odio es la vedadera pasión primordial. Es el amor el que es una situación anómala. Por eso mataron a Cristo: hablaba contra natura".
Está tan bien pensado y expresado que no me atrevo a añadir ningún comentario. Si acaso, una mera dedicatoria. Se lo dedico al asesino rubio Anders Behring Breivik, que odia a los musulmanes porque tiene miedo de que le roben su identidad y aún odia más a quienes no les odian; al ex ministro italiano Franceso Speroni, al eurodiputado Mario Borghuezio y al político francés Jacques Coutela, que escupen sobre los cadáveres su afinidad ideológica con el asesino y tantos otros que comparten su odio y su miedo... Al monstruo que la crisis está alimentando; a los propios culpables de la crisis que, tras provocar la frustración y la angustia de millones de personas para ganar más dinero, les soplan a la oreja, una y otra vez, que la culpa la tiene el de fuera, el distinto, el otro, el vecino más pobre que él. Y, por lo contrario, se lo dedico también a los policías que no dispararon a Breivik cuando vieron que ya estaba desarmado; a quienes, en su país, piden un juicio justo para ese desalmado o, en España, para el Movimiento contra la Intolerancia que ha salido a la calle a solidarizarse con las víctimas y pide que ese aciago 22 de julio en el que 76 personas, en su mayor parte críos, fueron sacrificadas en aras a la identidad nacional, sea declarado Día europeo para la memoria de las víctimas de crímenes de odio.