jueves, 6 de mayo de 2010

El día en que a las niñas les quitaron las pelotas


Recuerdo los primeros años escolares de mi hija mayor. Desde pequeñina ha sido muy activa, así que sus juegos favoritos consistían en trepar, saltar, correr, dar volteretas y, en fin, moverse. A la hora del recreo el profesor les daba una pelota como único juguete. Un día, en Primero o Segundo de Primaria, salió muy enfadada del colegio: un niño se hacía con la pelota en cuanto tocaba el patio y a ella no la dejaba jugar. Me explicó que ese niño jugaba con otros niños, pero a ella no la admitían, así que tenía que quedarse con las otras niñas jugando a comiditas, lo que le resultaba mucho más aburrido. Cuando le conté la situación a su tutora, al parecer firme partidaria de una sociedad ultraliberal y contraria a toda regulación o discriminación positiva, me dijo que los niños tenían que resolver solos sus conflictos; apelé al director y éste me propuso que, en último extremo, ella llevara su propia pelota, lo que me resultó totalmente antipedagógico, pues no se trataba, en mi opinión, de que ella pudiera jugar a la pelota, aunque fuera sola o con otra niña, sino de que pudieran jugar niñas y niños, distribuyéndose por juegos, no por sexos.
Aún estaba yo dándole vueltas a otra estrategia a seguir cuando me anunció que ya no quería jugar a la pelota: sólo jugaban los niños y, además, sólo jugaban al fútbol. Evidentemente, se había adaptado a la nueva situación, a esa norma social de niños con niños y niñas con niñas, con ambos grupos haciendo cosas bien distintas; en ese último proceso perdió al que, hasta entonces, había sido su mejor amigo, pues éste también se había acostumbrado a pasar el recreo jugando al fútbol con los demás niños.

Ayer mi hija pequeña, de 6 años, salió muy enfadada del colegio: "Pablo Jiménez coge la pelota y se la quedan los niños todo el recreo y a mí, mamá, no me dejan jugar".
Sé muy bien cómo termina esa historia... estamos en ella. Ahora sé también cómo y cuándo empieza.

10 comentarios:

  1. Te voy a contar la historia al revés, mi hijo alumno del Colegio Público Anejas, después de jugar durante dos años al futbol en el Puente Castro, un día de pronto decidió dejarlo sin más explicación y pasarse al baloncesto. Dejó el futbol y decidimos apuntarle sin más a las actividades deportivas extraescolares de las Anejas en minibasket (de aquella era lo que había) el niño estaba en 3º de primaria.

    Después de varios entrenamientos llegó el gran momento de su primer partido, me acuerdo que era en el Polideportivo de la Torre contra las Teresianas, y cuando llegamos al partido buscábamos a los niños de su equipo de las Anejas, pero allí sólo había niñas, mi hijo salió corriendo al encuentro de sus compañeros que en este caso resultaron ser compañeras, era un equipo mixto en el que todas eran niñas excepto mi niño y no sólo eso, en el equipo contrario también todas eran niñas.
    Así que puedo decir con orgullo que mi hijo fue un privilegiado que a pesar de su sexo pudo jugar en 3º de primaria al deporte que hasta el día de hoy sigue jugando y le apasiona.

    Y a partir de ahí más y más niños se apuntaron a baloncesto con lo cual ahora en 5º de Primaria tenemos equipo masculino y equipo femenino, pero estoy segura de que si hubiera tenido que seguir jugando con las niñas ni nosotros ni en su Colegio le hubieran puesto ninguna traba.

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  2. Una anécdota así es, desde luego, esperanzadora. La de mis hijas se produjo en dos colegios diferentes y me temo que no sea infrecuente. Los profesores olvidan a menudo que la principal asignatura que cursa en el patio del colegio. Se permite la presión de los estereotipos y, luego, todo va rodado... y cuesta abajo.

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  3. Sinceramente en mi cabeza este tipo de esteorotipos van formando parte de la historia, y cada vez se va limando más las diferencias y a nuestros jóvenes les importa más bien poco por fortuna. Aunque por alguna razón existe una tendencia genética, quizá porque el metabolismo de la niña conlleva la posibilidad de fecundar o se trata de una cuestión hormonal no lo sé, en el que las niñas tienen tendencia a juegos relacionado con la protección y cuidado o razonamiento y los niños optan por juegos más mecánicos y objetivos, igualmente cuando mi hijo el pequeño le apetece jugar a cocinita o coger un anillo de su madre para jugar, procura protegerse del que dirán mis amigos ya que interpretarían que es , y con perdón, un "maricón", por lo tanto debe guardar su imagen pública. Influye considerablemente el tipo de educación que percibe el niño de forma indirecta en su casa en relación a sus padres. Y que nosotros las padres somos quienes educamos de forma directa y de manera visual para el niño. Por lo tanto sin darnos cuenta proseguimos con estos esterotipos que a su vez heredan sus hijos. Debemos enseñar al padre a comportarse desde el punto de vista de una mujer y al hombre educar a la mujer desde su punto de vista. No sé si me explico. Lo que si tengo muy claro es que las mujeres no necesitan un par de pelotas por que tienen otras cosas igual de valiosas.

    Virginia Fdez Masipica

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  4. el patio, como bien dices, es el reflejo de la cotidianeidad. El género como espejo de lo que se espera de nosotras y de ellos. Los niños ocupan el espacio con la pelota y el fútbol y las niñas dan vueltas alrededor hablando y contándose cosas unas a otras. Pero eso significa que ellos han podido expulsar su energía y ellas no. Así es la vida después. Nosotras ocupamos un espacio que socialmente es invisible y ellos se adueñan del espacio público que es lo que tiene valor social y reconocimiento.
    Pensamos que está cambiando el mensaje pero la realidad, desgraciadamente, nos demuestra que muy poco. Queda mucho por recorrer. Y además tenemos que hacerlo juntos. Ellos y nosotras. Todavía no se dan cuenta de que es cosa de dos.

    Quería haber firmado como Anònima, porque soy mujer, pero ya ves no me da otra opciòn que el masculino...

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  5. No es cuestión de necesitar o no, es cuestión de poder elegir con libertad, en ese sentido, es verdad que en casa tienen su mejor ejemplo, pero los Colegios tienen su función educadora y deben potenciar la igualdad, y eso quiere decir que si un niño quiere jugar a baloncesto en el único equipo que hay y es femenino, ellos tienen obligación de admitirlo, y si fuera al revés, en un equipo de niños de futbol deberían aprobar y contribuir a que las niñas que quisieran también hacer ese deporte pudieran independientemente del sexo predominante.

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  6. Creo que no se puede analizar la realidad desde un punto de vista ideológico, porque se deforma lo real, también la realidad de la especie humana, pues entiendo que somos una especie que podemos conocernos. Pienso que no se debe actuar desde la imposición. Los niños aprenden por imitación y a lo mejor sería bueno que las mamás fueran con un balón y jugaran con él, para ver que lo pueden hacer y que no pasa nada. ¿Por que no lo hacen?. Sería mejor que hacer que un profesor imponga una norma. Y también se aprenden las conductas mediante la madurez, en todas las cosas de la vida. Si a las niñas o niños les obligan a hacer algo les frenan su propia evolución y les enseñamos a obedecer

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  7. Vaya, qué pesimistas sois, no es fácil y evidentemente en determinados estratos sociales la marginación y el machismo son todavía mayores. Mi hija mayor también tuvo ese problema en Ponce, le encantaba jugar al futbol, pero los chicos eran demasiado brutos, así que todas las mañanas se iba con su balón en una bolsa y jugaba con su amigo que era muchos más "suave" que el resto de los niños (ahora es músico, lo que demuestra que era al menos, sensible). Creo que la capacidad de adaptación a las distintas situaciones es lo que demuestra la inteligencia del ser humano, no renunciaron a jugar al futbol buscando una solución más allá de la mera pataleta por lo injusto que es el mundo hay que ir buscando los recovecos para poco a poco hacer cuña y acabar con estereotipos. De todas formas los niños son demasiado pequeños para hacer algo así por aprendizaje, yo creo que a esas edades es algo más "instintivo", algo así como un gen prehistórico que nos predispone.

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  8. Muy buena la observación de la falta del femenino en la firma "Anónimo".

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  9. Esa última frase tuya, Ramiro, es bastante idealista, no? A un niño o a una niña si les obligas a hacer algo tu crees realmente que les frenarás su propia evolución? Los adultos hemos llegado aquí después de un largo y muchas veces tortuoso camino, que ellos aún desconocen y que algún día les tocará recorrer por si mismos, de acuerdo, pero también los adultos tenemos una obligación hacia nuestros pequeños y es poner los medios para que ellos no repitan si puede ser nuestros errores. La educación en casa, los genes, el entorno, todo va a influir en ellos, pero por supuesto sus profesores, con los que pasan gran parte de sus horas, influirán en gran medida en su comportamiento futuro.
    A un niño no se le puede forzar, estoy de acuerdo, que es contraproducente, pero por eso los adultos tenemos nuestras propias armas de convicción, no es la torta dada a tiempo, ni el castigo a deshora, es la palabra, con palabras e ingenio a un niño le puedes hacer entender lo ilógico de un comportamiento que se ha ido pasando de generación en generación como si tal cosa, los niños son muy listos, no necesitan ser obligados si el adulto que les orienta tiene la suficiente inteligencia para saber hacerlo. Y si una niña quiere jugar en un equipo de baloncesto donde solo hay niños tendrá que haber un adulto que haga comprender a los reacios que son ellos los equivocados. Creo yo.

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  10. Creo yo también. La educación es fundamental. Las generaciones van, afortunadamente, aprendiendo lecciones, que transmiten de una a otra. En eso se basa la civilización. Ciertamente, hay lecciones que cuesta aprender; las hay que aún no hemos aprendido; hay avances y retrocesos... Pero uno crece a partir de lo que recibe, sobre todo de sus padres, sus profesores y su entorno; a medida que cobra independencia va procesando toda esa información y cribándola o modificándola en función de sus experiencias personales; eso es la madurez. ¿No? Pues si eso es más o menos así, tenemos una responsabilidad enorme a la hora de enseñarles lo mejor que nosotros hemos aprendido: a saber, que somos iguales y debemos tratarnos como tales; compartiendo, madurando sin las trabas de los estereotipos sociales o de género que, generaciones atrás, nos atenazaron; que cada uno y cada una somos seres completos, pero dependientes unos de otros... En fin, no me enrollo. Pero sí, desde luego que los niños no se educan solos y, del mismo modo que tenemos la responsabilidad de alimentarles de forma sana en lugar de echarles a la calle a que se busquen la vida, la tenemos de enseñarles lo que hemos aprendido respecto a cómo convivir.

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