lunes, 1 de febrero de 2010

ADOPCIÓN INTERNACIONAL


¿Qué es el arraigo y el desarraigo? ¿Somos las personas como las plantas, necesitamos echar raíces y, en caso de desarraigo, morimos? Yo creo que no. Creo que todos tenemos raíces, pero éstas se extienden por un subsuelo tan amplio que, si pudiéramos seguirlas, nos llevarían a lugares insospechados. Y, desde luego, no creo que perder las raíces sea la muerte sino, por el contrario, moverse es vivir: no en vano es la curiosidad una de las características más destacadas de los seres humanos y fuente de su evolución. Yo creo que, como Anteo, tenemos que tener los pies en la tierra y la cabeza en el cielo, sin dejarnos llevar por el viento pero sin hundirnos. En mi caso particular, por ejemplo, me siento involucrada (que no orgullosa, ¿por qué iba a estarlo yo o nadie?) en la tierra en que he nacido, pero eso me satisface tanto como estarlo con la tierra de la que procede mi familia, con los países que he visitado y en los que siempre he encontrado cosas que aprender y, desde luego, con el origen de mis hijas y con el hecho de que ese origen sea muy distinto al mío propio, porque creo que esas múltiples "nacionalidades" me enriquecen.
Desde esta perspectiva, ¿qué querra decir la delegada de Unicef cuando dice que la adopción internacional debe ser un último recurso, pues el desarraigo puede resultar traumático para los niños?
Se refería a Haití, así que veamos ese caso particular. Un niño pierde a su familia bajo los escombros, se queda solo, sin nadie que lo busque o reclame, sin medios para sobrevivir. Ha perdido a su familia al tiempo que ha desaparecido su mundo, sustituído por un cementerio de dolor y desolación por el que pululan personas peligrosas, algunas de las cuanles buscan niños como él para convertirlos en esclavos en lejanas minas o fábricas o en esclavos sexuales en sórdidos prostíbulos. Que pase de esa situación al seno de una familia que le quiere y le cuida, en un entorno seguro y estable en el que pueda ser él mismo, ¿puede ser un trauma?
Pero esta insólita afirmación, que la gente lee, escucha o difunde con naturalidad, no es la primera vez que la oigo, ni sólo referida a Haití. Hace años, en una mesa redonda sobre no sé qué, una procuradora regional de Izquierda Unida también dijo que no era partidaria de la adopción internacional, porque suponía el desarraigo de los niños y eso era "una pérdida de capital humano para sus países". ¿Capital humano? ¿Eso son los niños huérfanos?
Es curioso que IU o los demás partidos o Unicef, no piensen lo mismo en el caso de los adultos. A nadie le parecen mal los movimientos migratorios que, por cierto, son los que han constituido la historia del mundo y la base de lo que somos. Nadie niega el derecho de un adulto a buscar una vida mejor o a huir de una dictadura o a evitar torturas como la ablación del clítoris, yendo a otro país que le ofrezca alguna posibilidad de supervivencia, de mejora económica, de libertad o de respeto a sus derechos humanos. A nadie he oído criticar a los miles de haitianos que se hacinan ante las embajadas o en el puerto esperando la oportunidad de escapar del horror. Entonces, ¿por qué se les pide a los niños que cumplan el supuesto deber patriótico de morirse de hambre o de asco en su país natal? Al fin y al cabo, si se trata de que los parias se levantes e influyan en cambios políticos o mejoras sociales en sus países, so correspondería hacerlo a los adultos, no a niños que tienen muy pocas posibilidades de crecer lo suficiente como para hacerse revolucionarios.
¡Cuánta crueldad pueden encerrar ideas que se enuncian como progresistas o bienintencionadas! A quienes las sustentan, sólo puedo decirles dos cosas. Una: ¡viva el desarraigo de millones de niños abandonados que, entre los ocho y los diez años saldrán de los orfanatos y quedarán sin otra compañía que la de los mafiosos que los explotan como mendigos o prostitutas hasta que, no más allá de los viente o treinta años mueran de sida! ¡Viva el desarraigo que permite a un niño tener la posibilidad de vivir y ser feliz y siga viviendo hasta que no quede un sólo niño huérfano en el mundo!
Y, en segundo lugar, quiero decirles que es mentira. No hay desarraigo, porque la única patria de un niño es su familia.

Que se haga todo el esfuerzo preciso para buscar familiares vivos de los niños perdidos de Haití y que, si no los tienen, les tramiten una adopción rápida. Al fin y al cabo, una adopción no tendría que durar más de una semana si los funcionarios funcionaran como deben: no hace falta más para hacer una evaluación psicológica de los padres, una visita del asistente social, un certificado de pensales, otro médico... y punto final, porque ¿para qué demonios hace falta nada más? No se impone ningún requisito a quien quiere tener un hijo biológico y ningún requisito garantiza que unos padres sean buenos padres, tengan a su hijo mediante parto o mediante adopción.
Y, por cierto que quiero hacer otra reivindicación pública. En mi opinión, no hay hijos biológicos (lo de naturales ya no quiero ni mencionarlo) y adoptados; del mismo modo que uno puede tener hijos mediante fecundación in vitro (sea de quien sea el semen, el vientre, etcétera) y no hijos fecundados o vitrificados, hay hijos tenidos mediante parto natural o mediante adopción. Punto. Los hijos son hijos. A ver si todo el mundo se entera de una vez. Los padres que adoptamos no somos personas frustradas por no poder tener hijos biológicos, ni psicópatas que quieren tener un hijo a toda costa, ni pijos con dinero que se compran un hijo. Los padres son padres, las madres somos madres y los hijos, hijos. Los hay mejores y peores y, en general, todos adoramos a nuestros hijos, les damos nuestra vida y obtenemos de ellos la razón de nuestra existencia. Si acaso permítaseme una diferencia: quienes optamos por que cualquier niño solo en el mundo sea todo nuestro mundo y no la perpetuación de nuestra sangre o nuestros genes solemos tener una mayor implicación, si no sensibilidad, hacia todos los niños del mundo, como prueba la actitud de esas cuatro familias catalanas que acaban de adoptar a niños haitianos y se han comprometido a mantener en pie y para siempre el orfanato del que sus hijos proceden. Me siento especialmente identificada con esas personas, porque mis dos hijas proceden de dos zonas de la India que han sufrido sendos terremotos; en el caso de mi hija mayor, el terremoto se produjo el mismo día en que yo recibía la sentencia que me permitía ir a buscarla. Sé, por tanto, lo que han sentido y el calvario por el que han pasado, que no creo que sea distinto al que pasaría cualquier padre o madre que envíe a su hijo a un campamento de verano y se entere de que el lugar ha sido sacudido por un terremoto brutal. Creo que la actitud de estos padres catalanes, sus palabras y las caritas de sus nuevos hijos (¿desarraigados, traumatizados?) son la mejor expresión de lo que es la adopción internacional.

8 comentarios:

  1. Esther, me parece que no has entendido lo que dicen Unicef, el Convenio de la Haya, Cruz Roja y todas las organizaciones que defienden que no es el momento de tramitar nuevas adopciones.
    La prioridad es reagrupar a los niños con sus familiares, no sacarlos a toda prisa del país sin saber si realmente se han quedado solos en el mundo. En una situación como la que vive hoy Haití, puede que ese niño que está solo tenga una madre o un padre que lo busca desesperadamente a solo unos cientos de metros. Sacarlo del país es un acto de crueldad.

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  2. ¡Por supuesto! Creí haber dejado claro que lo primero es buscar a sus familiares y así lo he dicho expresamente. Lo que critico absolutamente es calificar la adopción internacional como "desarraigo". Lo que declaro es que un niño sólo tiene raíces en su familia, ésta es su mundo: bien entendido que hablo de la familia biológica, si la hay, o de la adoptica, si no la hay. La sola idea de pensar en una madre o un abuelo o cualquier familiar buscando a un niño me pone los pelos de punta (fue el primer motivo por el que elegí India para adoptar, porque hay una gran seriedad en ese tema y, de hecho, no se pueden adoptar bebés porque no entran en adopción hasta un año después del abandono)y quizá haya padres adoptivos sin esos escrúpulos, como hay padres biológicos que maltratan a sus hijos o no los quieren, porque de todo hay en esta viña, pero eso no responde en absoluto al perfil de los padres adoptantes, a los que suele importarles, no sólo su hijo, sino su entorno, y el compromiso de esos padres catalanes de reconstruir el orfanato de Puerto Príncipe es un ejemplo.

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  3. Ester, muy buen artículo y como no, tus reflexiones dan el clavo. Es más, me atrevo a decir(soy madre de 2 niños nacidos en Rusia), que quién no adopta, ya sea en la nacional como en la internacional, NO PUEDE, como personaje público, ni siquiera comentar, decir, opinar sobre lo que pueda o pudiera pensar o sentir ni los niños, ni las familias adoptantes. Lo que ha hecho la de Unicef o la de IU es un atrevimiento indigno del puesto que ostentan. Como siempre, los padres adoptivos, así como nuestros hijos, tendremos que soportar los comentarios de nuestros "conocidos".
    Viniendo al caso, la RAE debería quitar el término de MADRE,como hembra que ha parido.MADRE solo hay una y no siempre es la que ha parido a sus hijos. ¿No crees?

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  4. La verdad es que nunca se me había ocurrido mirar la definición de madre, así que la ignoraba, pero suscribo totalmente tu propuesta. Y, ya puestas, hago otra: no me gusta que la palabra adopción se utilice indistintamente para tener un hijo o para tener un perro. Los perros se compran o se recogen de las perreras, pero, francamente, yo que tengo hijas adoptadas, cuando fui a la perrera y me ofrecieron "adoptar" al perro, me ruboricé, por no hablar de la carita que se le puso a mis hijas. La semana pasada, sin ir más lejos, una señora, hablando de la tragedia de Haití, me comentaba que a ella le encantaban los niños: "Yo veo esas caritas de niños haitianos y me encantaría tener uno... mucho mejor que un perro". En fin, eso ya entra en otra dimensión (que no se me olvide incluirlo en la entrada de "frases célebres" sobre adopción que he tenido que soportar), pero lo cierto es que no me parece bien que un perro se de "en adopción", digan lo que digan los protectores de los animales (entre los que me cuento).

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  5. He leído vuestros comentarios, para mí , más allá de los comentarios inoportunos de los pólíticos ,los vecinos, ...en fin , todo es vaciedad , falta de reflexión y de no ser capaz de ponerse en el corazón del que tienes enfrente, que por otro lado nos pasa a todos en nuestra vida con otros temas, aunque ciertamente en este caso es muy grave y ofensivo. Lo importante y por lo que creo que Todos queremos luchar es el Amor, que nos lleva más allá de nuestra calle a unirnos de por vida con un ser desconocido que nos hace vibrar en lo más íntimo, al que "reconocemos" desde siempre , y en mí caso sin tener aún una sola noticia sobre él. Lo que es descorazonador es vivir este deseo y luchar con la ESTRUCTURA organizada de los procesos de adopción, lentos, tremendos, que tras momentos como el terremoto de Haití, se ponen en evidencia y en lugar de responder con más medios , se rigidizan por defender lo que no son capaces de defender si quiera en condiciones "normales" es decir, sin terremoto de por medio, cuando sigue habiendo países que no respetan una mínima garantía en los procesos de adopción. Son debates sin un ánimo resuelto de respuesta.
    Quería deciros que soy madre "biológica" de dos niños preciosos a los que dedico mi vida . Además, mi marido y yo hemos iniciado un proceso de adopción internacional, vamos, que vamos a ser padres de nuevo, si Dios quiere y conseguimos llegar a nuestro hijo/a. Y siento que soy madre de tres hijos, sin adjetivos. No sé qué dificultades tendremos con nuestro hijo desconocido, pero os aseguro que cada noche pienso también las dificultades que se pueden presentar y se presentan con mis dos hijos conocidos. La vida es así , inicerta y preciosa a la vez. Yo este debate lo doy por zanjado en mi interior. Quien lo dude, que siga su camino. Eso sí, que esa duda no afecte a los procedimientos, al rigor de las administraciones que velen y promuevan la adopción, y al compromiso real de cada país para llevar cada niño a su HOGAR Y SU FAMILIA, esté donde esté.

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  6. Antes de nada comentaros que en mi hija veo el mundo en toda su inmensidad.
    Y con respecto a la Unicef que transmite esas afirmaciones, da a entender que no tiene ni idea de lo que es para un niñ@ tener familia, educación, calor, amor ,amistad.
    Y para unas personas ser padres de ellos, es una paternidad y una maternidad sublime.
    Habrá fracasos en la adopción,por supuesto pero hay grandes triunfos y de ellos hay que sentirse padres orgullosos de nuestros hijos ,que han sabido salir de situaciones muy duras para encontrar en su corazón un lugar para el amor.
    UN saludo Esther

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  7. sara
    Estoy de acuerdo con vuestras palabras, soy madre de un gran "collage" que es mi familia tengo dos hijos criados por mi , de mi marido y su 1º mujer la cual se marchó.Tenemos dos hijos n común y hemos adoptado hace cuatro años a nuestra hija. En estos momentos estamos tramitando una adopción internacional, y otra regional y el otro dia fuimos a preguntar que pasaba y nos dijeron que tenían 4 familias entre ellas la nuestra (somos los 4º)para valorar en condiciones especiales , ya que hemos solicitado un grupo de tres hermanos, y desde la direccion de servicios sociales nos dijeron que " NO HABIA NIÑOS , NO EXISTIAN HERMANOS ADOPTABLES" NO OS PODEIS IMAGINAR LA CARA QUE SE NOS QUEDO.Estamos indignados con esta situación, los funcionarios no trabajan, con la rigurosidad que su puesto y decisiones merecen, creo que todo esto seguira igual hasta que alguien les haga ver que con los menores y con sus sentimientos no se juega, y las familias no son eternas.El pensamiento debe cambiar, son menores ,no son mercancia, no son una moneda de cambio, son personas y con una gran necesidad de afecto y respeto, creo que esto se olvida en el proceso y tanto las familias como los menores deben ser tomados en mayor consideración y no dejar que sus ilusiones se marchiten .
    UN saludo sara.

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  8. Cuando oigo lo de que la ignominiosa longitud y los complicados trámites para adoptar son para garantizar los derechos de los niños mediante el rigor y la prudencia, recuerdo dos cosas. Una: las niñas de diez años que se acercaban a nosotros en el orfanato de mi hija mayor, en cuyas caras había la misma ilusión por el futuro, las mismas ganas de hacerse mayor, de tener nuevas experiencias, que tiene ahora mi hija; y yo las oía ("¡qué suerte ir a vivir a España!, ¡seguro que es un país precioso!, ¡qué bonito suena el nombre de Esther!, ¡qué maravilla debe de ser tener una familia como vosotros!...") mientras sabía exactamente el infierno que les estaba esperando al otro lado de la puerta del orfanato. Segundo: pienso en mi hija pequeña, cuando me cuenta que todos los días iba a la ventana del lavadero para ver si veía llegar un coche con su mamá y su papá. Políticos y funcionarios deberían haber pasado por sendas experiencias para entender que un solo día de más de un niño en un orfanato es ir contra el principal de sus derechos: el de tener una familia.

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